miércoles, 11 de abril de 2012

POR EL MOMENTO, SOLO MALOS RATOS PARA LOS TRABAJADORES


Crece la tensión y la preocupación en el ciudadano a la vista de la evolución de los acontecimientos que patrocina el Gobierno de la nación. En cascada y sin que pase un día en blanco, el Ejecutivo nos envía sus decisiones y no siempre envueltas en papel de regalo. Sabíamos que la crisis económica nos salpicaría a todas y todos más tarde o más temprano, pero no con las excepciones que han previsto para los poderosos, los adinerados, los ricos, a los que de nuevo se les premia, por ejemplo, invitándoles a que muestren el dinero que han guardado estos años en variados paraísos fiscales sin que por ello, aunque hayan sido grandes y persistentes defraudadores ante la Hacienda Pública, esa que eufemísticamente dicen los políticos que somos todos, acabarán pasando de puntillas, porque ni siquiera nos permiten que sepamos quiénes son, en busca de cuentas corrientes en entidades de crédito nacionales de las que obtener intereses que les enriquezcan aún más. Lo quieran o no los que defienden esta decisión gubernamental, se trata de un peligroso agravio comparativo para el resto de ciudadanos afectados por el pago de sus impuestos, que observan estupefactos la decisión de nuestros gobernantes por cuanto con ellos y sus nóminas solo reciben tijeretazos. De hecho, fue duramente criticada esta misma decisión por los que ahora dirigen el país cuando la anunciaron los socialistas, lo que nos sitúa no tanto ante una decisión de Estado y sí delante de un arreglillo de mesa camilla que han acordado las partes afectadas, es decir, los que controlan políticamente el país y los españoles ricos, que para el caso son los mismos.

Pero hay más, ya que, como hasta ahora no pasa un día en que no conozcamos nuevas decisiones políticas ligadas a la estabilidad económica del país, se produce el efecto contrario, puesto que la inestabilidad social ha comenzado a ser detectada y anuncia fuertes desencuentros y enfrentamientos con el partido en el poder, al menos hasta que muestre una actitud más comprensiva con el resto de los mortales que aquí estamos censados. Una reciente encuesta ligada a los cien primeros días de gobierno confirma la desilusión del electorado de la peor forma que se conoce, porque asegura que, de ser convocadas nuevas elecciones mañana, los populares no serían elegidos ni siquiera por mayoría simple. Naturalmente, las fuerzas políticas que se dejaron escaños el pasado noviembre no han tardado en reaccionar y aseguran que la demagogia acaba pasando factura y que es el caso del resultado electoral analizado. La confirmación de lo que esta encuesta afirma la hemos encontrado en Andalucía, en donde los populares perdieron la mayoría absoluta precisamente por las decisiones tomadas previamente por el Gobierno de la nación y el anuncio de que lo que estaba por venir sería aún peor, como de hecho ha ocurrido.

Las cifras del paro, mientras tanto, se aproximan a diario a las dadas como previsión por parte del Ministerio de Trabajo, según el cual este año se perderán nada menos que setecientos sesenta mil empleos. Y si esta cifra viene avalada por las prospecciones del propio Gobierno, ya me dirán ustedes si no es para que estemos preocupados por la evolución de los acontecimientos en todos los órdenes. Eso sí, con respecto al dichoso déficit del demonio que nos meten por los ojos cada vez que el ministro Montoro aparece en los medios de comunicación, parece que sí, que a final de este año habremos alcanzado el cinco coma tres por ciento impuesto por la Unión Europea, que, por lo que vemos, manda en nuestro país más que nosotros en nuestra casa.

Si ahora los parados dependen de las pensiones de los padres y de los abuelos, solo haría falta que éstas fueran también controladas por el Estado y que éste decidiera aplicarles recortes del tipo de lo que han hecho en Grecia. Por todo esto, cuando les anunciamos que el ciudadano no encuentra sosiego y que crece el malestar especialmente entre los desempleados, que no ven ni de lejos la posibilidad de encontrar un puesto de trabajo, que quede claro que no exageramos. La contundencia de la realidad es por sí misma suficiente.