Aunque el hecho de que nosotros desde esta tribuna diaria anunciáramos hace meses que las convocatorias para salir a la calle firmadas por diferentes colectivos no tardarían en producirse, que tampoco para tan escasa carga eran necesarias tantas alforjas, no crean ustedes que nos alegramos ni de lejos de que hoy, por ejemplo, la enseñanza entera haya decidido mostrar su rechazo por los recortes del Estado y la totalidad de los centros estén cerrados. Da igual que sean privados, públicos o concertados. Los sindicatos, todos, se pusieron de acuerdo en la fecha y en el fin de la cita en la calle y no han encontrado fisuras en la llamada, por lo que se puede asegurar que, al menos para ellos y sus intenciones, la convocatoria ha sido un éxito. En cuanto a si servirá de algo tan clamorosa demostración de disconformidad o no, es evidente que debemos esperar, aunque todo indica que el Gobierno no está dispuesto a frenar la reforma de la enseñanza por las buenas o porque la comunidad educativa haya mostrado tanta unanimidad. Y es que, lo quieran o no los que pueden acabar sufriendo el desgaste que supone estar en contra de tal manifestación de fuerza, lo extraño y significativo es que esta vez sí la totalidad haya acudido a la huelga con un único lema: “salvar la enseñanza”.
A partir de ahora deberían iniciarse los obligados encuentros entre las partes y llegar a los acuerdos o pacto nacional desde el que acometer las reformas que las partes acepten como necesarias, pero en ningún caso seguir en la línea de, como tengo mayoría en el Parlamento, hago y deshago como creo mejor para mi país o sencillamente como me da la real gana. Recordemos que sobre la enseñanza ha recaído la mayor parte de los recortes de los que el Gobierno quiere recuperar dinero para otros menesteres y, entre otras decisiones inmediatas, pretende aumentar el número de alumnos en las aulas, reducir las becas, aumentar significativamente el costo de las matrículas en las universidades, eliminar todas las ayudas institucionalizadas, desde los comedores al transporte, y encarecer la enseñanza pública en favor de la privada. Además, ha decidido meter la tijera en los libros de texto, en las asignaturas de formación social, en el sistema de exámenes y etc., etc.
Lo inevitable ante un momento tan crítico es que, una vez más, España será página de primera en los medios de comunicación de medio mundo y, para como están la cosas de la economía y especialmente la confianza de los inversores, no hace falta decirles que bueno desde luego que no es. Tendremos que aceptar, a todo esto, que la historia de los desacuerdos sociales acaban de empezar, aunque haya sido la enseñanza, tradicionalmente mucho más tranquila y conciliadora cuando de decisiones políticas se ha tratado, la que haya dado el primer paso hacia las exigencias que plantean y que entienden intocables. El hecho, además, de que antes de la campaña electoral del pasado noviembre el Partido Popular se marcara unas líneas rojas que aseguraba no traspasaría por nada del mundo, la sanidad, la enseñanza y las pensiones, y que casi en el primer consejo de ministros se dice todo lo contrario, ha enturbiado aún más las relaciones, si es que ello es posible. Anunciar, por tanto, que no tardarán otros colectivos de la misma o mayor importancia económica y social que el de la enseñanza en mostrar las uñas a nuestros dirigentes y exigirles unos mínimos desde los que no están dispuestos a ceder.
A decir de la comunidad educativa, si se les ha responsabilizado del bajo nivel de enseñanza que reciben los alumnos, del absentismo escolar y de la pérdida de valores, a peor irán las cosas teniendo en cuenta que las decisiones del Gobierno lo que harán seguro es empeorarlas. Según ellos, la privatización de los centros escolares más o menos encubierta que persigue el Estado influirá muy negativamente en aquellos segmentos de la sociedad que no puedan permitirse el lujo que acabará representando para las familias que sus hijos acudan al colegio. De mantenerse las decisiones conocidas y firmadas por el Ejecutivo, dicen, en dos o tres años el panorama de la enseñanza cambiará por completo en nuestro país. Por eso han venido diciendo a quienes los han escuchado que el cierre masivo de colegios y universidades debe ser entendido como una llamada de socorro a toda la sociedad a favor de no permitir que el político de turno haga y deshaga como le venga en gana sin tener en cuenta a quienes de verdad gestionan la enseñanza y la cultura.