martes, 29 de enero de 2013

LOS DAÑOS COLATERALES QUE PROPORCIONA LA CORRUPCIÓN

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Con casi seis millones de desempleados a la espalda de los políticos y con cargo directo a los que aún mantenemos el puesto de trabajo, el panorama de nuestro país no es precisamente para presumir. A todo esto, si le sumamos los casos de corrupción protagonizados por algunos integrantes de la cúpula del partido en el poder y de los que actualmente opositan, la percepción que en la calle se tiene de la clase política en general  comprenderán que no sea de ninguna de las maneras para sentirse orgullosos. Y faltaba el desmedido afán del Gobierno por cerrar el año económico con el déficit enjugado, que, además de no haberlo conseguido, ha generado más desempleo y más pobreza, como por otra parte era de esperar. En realidad, que nuestros gobernantes hayan perdido parte del apoyo ciudadano casi no tiene importancia hoy tal y como está la situación, pero sí que supone un revés de gran trascendencia para la política, puesto que la pérdida de credibilidad del conjunto de representantes ha sido, está siendo y supondrá un punto y aparte en las hasta ahora relaciones entre la calle y los políticos.


De hecho, éstos han pasado directamente a representar, después del paro, la segunda gran preocupación de los españoles. En cuanto si les ocurre lo mismo a ellos y ellas es algo que no conocemos, pero por lo que vemos no parece que estén especialmente preocupados en si su actitud y el resultado de su trabajo  nos quita el sueño. Al contrario, siguen en las mismas, es decir, intentándonos convencer de que los brotes verdes ya vienen de camino, de que las cifras del paro hay que leerlas de otra manera y no con el realismo que exigen si de verdad queremos aceptar que estamos en la máxima ruina y en situación de descalabro social. Así, si nos encontramos a punto de alcanzar los seis millones de parados, si solo el año pasado se perdieron más de ochocientos cincuenta mil empleos de trabajadores que tenían contrato indefinido, si casi doscientos mil han desistido y ya no acuden a las oficinas de empleo porque saben que no servirá de nada ser demandante, si dos millones de personas no reciben ninguna ayuda económica del Estado, etc., parece que lo que debemos hacer es no solo ser pacientes, que ya hemos demostrado que lo somos, sino aceptar la situación como algo excepcional que tiene fecha de caducidad, pero que nadie se atreve a asegurar cuál será.

A todo esto, mientras los esfuerzos los tenemos que hacer los que menos hemos participado en la crisis, aparecen unos señores que han disfrutado de altos cargos en el Partido Popular, como ya ocurrió con los ERES en Andalucía, y nos cuentan que se han llevado miles y miles de millones de las antiguas pesetas y, con todo, están en la calle. Por lo tanto, si a nosotros, meros ciudadanos de a pie, se nos pide generosidad en la interpretación de la realidad, ¿qué deberían hacer ellos para dar ejemplo de coherencia y responsabilidad? Porque, claro, el asunto va más lejos y hemos sabido que, presuntamente, entre los altos cargos de este partido se han repartido sobres con sobresueldos que ni el partido ni los supuestos receptores declaraban a la Hacienda Pública. Desde esta atalaya que nos permite visionar con amplitud el panorama, ¿se habrán detenido a valorar el daño que les están haciendo a sus representantes en las miles de ciudades del país en las que son activistas políticos con cargos relevantes y que cuentan con el apoyo incondicional de sus conciudadanos? ¿Serán conscientes del daño que les están haciendo a la democracia? Lo sentimos de verdad por quienes ni siquiera conocen a estos valedores de la patria con residencia en la capital de España, pero a los que admiran, respetan y siguen sus políticas convencidos de que es lo mejor para el país.

Ojalá la situación mejore y comience, como aseguran desde las filas populares, tiempos mejores y se implante la normalidad en beneficio de una ciudadanía esquilmada y atónita por el vergonzoso espectáculo que están dando algunos políticos. Eso y que la Justicia actúe de forma inmediata, porque debemos recordar, una vez más, que la verdad desaparece conforme pasa el tiempo. Y de eso en España tenemos una amplísima y contrastada experiencia.