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Acabamos de entrar en marzo, con
diferencia un mes de especial relevancia entre nosotros, y más cuando, como en
este caso, viviremos la semana de pasión justo la última semana. Y es que
marzo nos sitúa ante los meses que más esperamos
a lo largo del año. Por ejemplo, porque recibimos a la primavera, que nos pone
a los pies de la patrona y que, antes, como hemos dicho, compartiremos una de
las celebraciones más esperadas durante todo el año: la semana santa. Por lo
tanto, ante perspectiva tan halagüeña, entenderán ustedes que nos sintamos
especialmente contentos. Acontecimientos de la importancia y trascendencia de
éstos deben compartirse y celebrarse precisamente para que los protagonistas se
sientan confortados y perciban que su dedicación no ha sido en balde, detalle
que les ayuda muchísimo a mantener su entrega y a convocarnos de nuevo. Y en
esto no somos precisamente muy generosos, quizás porque observamos lo que
ocurre a nuestro alrededor, el trabajo que desarrollan los demás, de lejos,
como si no nos interesara demasiado.
En el caso, por ejemplo, de la
coordinación de la semana de pasión es evidente, y eso al menos debía
parecernos, que se trata de una entrega sin condiciones, ímproba y comprometida
de cientos de personas que tienen como objetivo hacer llegar a los demás lo que
para ellos es sagrado: poner las imágenes de su cofradía en la calle en las
mejores condiciones cristianas y estéticas. Y es precisamente en este detalle
donde reside buena parte de la diferencia que encontramos con respecto a otros
eventos o encuentros, en que son precisamente sus creencias las activan en
ellos y ellas una actividad frenética emanada de sus íntimos convencimientos
cristianos que por sí mismos nos llenan de orgullo a los que los observamos
desde fuera. Y en nuestro caso más, ya
que aún no ha pasado una generación y, sin embargo, han conseguido recuperar
las tradiciones que andaban perdidas y poner en pie sin complejos sus imágenes
y sus pasos.
La realidad de nuestra semana santa,
como ejemplo, está sirviendo sin ir más lejos para atraer a cientos de personas
a nuestras calles decididas a observar de cerca lo que le han contado sobre
cómo vivimos en nuestra ciudad esta vieja tradición. El conjunto escultórico,
elemento imprescindible que valora el propio y el extraño de manera exquisita,
es uno de los valores más consolidados del conjunto, al que se unen los
recorridos elegidos porque les permiten
acceder a calles que de otra forma pasarían desapercibidas. Y lo mismo ocurre con los templos en donde
duermen las imágenes a la espera de su procesionamiento, verdaderas obras de
arte de nuestro patrimonio que bien
merecen ser visitadas y reconocidas como auténticas joyas arquitectónicas, que
contribuyen al esplendor y devoción con el que habitualmente esperan a sus
puertas los fieles para observar la entrada y salida de las imágenes, algunas
de las cuales exigen un gran esfuerzo de sus costaleros y capataces.
Nuestra ciudad se vestirá de domingo
ramos en unas semanas y antes se habrá preparado formalmente para vivir esta
gran festividad cristiana como merece, es decir, depurándose por dentro y por
fuera. Solo es necesario que la meteorología acompañe, porque el resto tiene
asignada sus responsabilidades y no duden ustedes de que están en buenas manos.
A nosotros lo que nos corresponde es invitarles formalmente a que nos visiten,
a que vengan a compartir lo que con tanta pasión vivimos. No les defraudaremos.