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Es evidente que no siempre tenemos suerte cuando
opinamos de cualquier cuestión. Lo de que tenemos días buenos y días malos es
algo que cada vez lo percibimos más de cerca. Naturalmente, cuando el que firma
el comentario es nada menos que un representante gubernamental con cargo de
ministro y además del Interior, la cosa cambia por completo. Y más, como en
este caso, cuando el resultado es un agravio hacia un colectivo tan sensible
como es la Asociación
de Víctimas del Terrorismo, cuya presidenta ha calificado de desafortunadas las
palabras del ministro, cuando, hablando del aborto, se ha metido en un jardín
sin flores asegurando que éste algo tiene que ver con ETA.
La presidenta de esta organización ha dejado claro
que ni ella ni su asociación comparte ni de lejos esa opinión y ha resaltado
que la ha escuchado precisamente hoy, cuando es un día para elogiar la
operación de la Guardia
Civil por el extraordinario trabajo que ha llevado a cabo,
junto con la Gendarmería
francesa, y que ha finalizado con la detención de seis etarras, y no dedicarse
a comparaciones surrealistas. Entre otras circunstancias, porque comparar a la
organización terrorista con el aborto no se aproxima en ninguno de sus
planteamientos, y más cuando esta banda criminal ha matado a casi mil personas
y ha provocado miles de heridos en los diferentes atentados que ha cometido.
Por supuesto, el ministro no ha
tardado en dejar claro que está de acuerdo con las opiniones de la Asociación de Víctimas
del Terrorismo y que todo se debe a que sus palabras no han sido entendidas. Y
es lo que les decimos, que no siempre se levanta uno con el pie adecuado y,
cuando esto ocurre, lo mejor es no aparecer en público y menos salirse de lo
que le han escrito para que lo diga delante de los medios de comunicación. Como
era de esperar, que para eso están los de la oposición, senadores del grupo
parlamentario de la Entesa
no han tardado en pedir la dimisión del
ministro por relacionar el aborto con ETA.
Consecuentemente se produce una pérdida inmediata y
continuada en el tiempo de esfuerzos que debían sus señorías dedicar a lo que
de verdad hace falta en nuestro país, que no es otra cosa que mejorar la
situación de sus ciudadanos. Es verdad que es un en error fragante manifestar semejante dislate cuando
de por medio tenemos micrófonos y cámaras de todos los medios conocidos, pero
sin embargo había que aceptar las disculpas del que dio su opinión lo mismo que
se aceptan las quejas de que se han sentido agraviados, y evitar de esta forma
tan sencilla dañar la figura de quien representa a un ministerio que casi a
diario tiene que vérselas con los medios de comunicación debido al intenso
trabajo que desarrolla. Sin ir mas lejos, la detención de los seis etarras, que
por sí solo debía ser un asunto a valorar como merece. Pero así suelen ser las
cosas de la política y no vamos nosotros a intentar remediar lo que es
sencillamente imposible.
Si conviene no obstante, no perder de vista algo
tan elemental como el hecho de opinar en público sobre la cuestión que se
tercie, algo a lo que por cierto estamos muy acostumbrados. Y todo porque
debemos tener presente en todo momento que justo en el instante que nos
expresamos perdemos la propiedad de lo que hemos dicho, que pasa a ser patrimonio
de quienes lo han escuchado. No existe mejor elección que la de guardar
silencio. Y más cuando de por medio hay personas que están siendo criticadas y
por tanto sometidas sin estar delante a un juicio público cuya sentencia con
toda seguridad será contundente. Es más, si no queremos vernos siendo comidilla
en corrillos de bares y terrazas, no unamos nuestra voz a quienes no son
precisamente un ejemplo a seguir.