Imprimir
Cómo
cambian los gustos y las modas! ¡Cómo, en fin, los alimentos! Es el
caso del pan, que hasta hace bien poco era considerado por buena
parte de los españoles como un apestado, como si fuera el único
responsable de la obesidad de algunos y al que le dábamos poco
tiempo de vida. Sin embargo, para que vean ustedes que no es bueno
eso de afirmar tajantemente que de este agua no beberé, está
volviendo a recuperar su mercado plantándose sin complejos ante
quienes, entre otras razones, incluidas las culturales, se han
percatado de que alimenta más y que es un nutriente más equilibrado
que los productos de la panadería industrial, que para nada es el
culpable de que engordemos y de que especialmente a los niños le
viene muchísimo mejor que los conocidos bollicaos, palmeras de
chocolate, etc. La crisis, que casi todo lo puede, nos ha devuelto a
la realidad frente al pan y, unos obligados y otros convencidos, se
ha está recuperando el bocadillo de toda la vida, ese que sirvió a
las anteriores generaciones para crecer sanos y fuertes.
Y es
que un bollo abierto con un chorrito de aceite por las dos caras y
algo de jamón, mortadela o lo que tengamos a mano no tiene parangón
ni resulta tan reconfortante para el organismo humano. Por eso no nos
ha extrañado que el gremio de panaderos españoles se sienta
especialmente valorado ante el vuelco que ha dado este mercado en los
últimos dos años. De acuerdo con estos datos, se ha cerrado un
capítulo grave para esta industria que la estaba echando a pique y
que había obligado a cerrar a los pequeños comercios. Ahora no;
ahora se tiene en cuenta en la cesta de la compra, se valoran las
calidades de cada pieza y se agradece que, entre la variada oferta
que encontramos en las modernas panaderías, hallemos una completa
gama de piezas realizadas con harinas y semillas de todo tipo, que
influyen decisivamente en la salud de los consumidores, sobre todo en
aquellos que necesitan que su tránsito intestinal funcione a la
perfección.
Efectivamente,
llegados a este punto podíamos decir sin temor a equivocarnos
aquello de que no hay mal que por bien no venga. En el caso del pan,
que había sido injustamente apartado de la dieta mediterránea y que
habíamos sustituido por otros alimentos poco aconsejables, su
recuperación representa un premio a la paciencia de estos
industriales, a su creatividad y a ser conscientes de que los malos
tiempos nunca son para siempre. Por otro lado, el mundo de los niños
recupera así un alimento completo, saciante y energético que,
cuando se vive con la intensidad con la que ellos se desenvuelven en
su día a día, es evidente que les viene como anillo al dedo. De
hecho, con que solo tengamos en cuenta lo que le ponemos al bollo de
rigor en medio de sus dos mitades, problema resuelto. Y es que nunca
ha sido el pan el responsable de la obesidad de algunos niños y sí
los alimentos que lo han sustituido hasta ahora, como podía ser el
caso de la bollería industrial, repleta de ingredientes peligrosos
para la salud, o el exceso de productos derivados del cerdo, que
tampoco son aconsejables en cantidades superiores a las recomendadas.
Eso y
las prisas de muchas familias, obligadas como están a compatibilizar
la vida familiar con el trabajo, que les condiciona a buscar
sustitutivos para el desayuno de los niños y que es evidente no han
escogido lo mejor para éstos. Puede variar, pero todo lo que no sea
un bollo de los de siempre, tostado o no, que contenga aceite y
tomate y algo de jamón o queso, ni eso es desayuno ni eso es nada. Y
en gran parte esta es la dieta mediterránea, basada en alimentos
naturales consumidos en momentos clave para responder a la descarga
energética que el mundo de los niños necesita, y poco más. Por
principio, no estamos en contra de ningún alimento, pero sí en
contra del abuso que hacemos de algunos de ellos. Por eso nos
alegramos del giro positivo que está tomando la sociedad a favor del
pan, porque estamos convencidos de que ganaremos en salud.