viernes, 13 de septiembre de 2013

COMO SIEMPRE, EL TRABAJADOR SALE PERDIENDO

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Será muy difícil encontrarnos con alguien que, sin permiso previo ni necesidad contrastada, no decida entrar en detalles y ponernos al día de lo que para él está suponiendo la inmensa crisis económica que padece el país y, por ende, sus moradores, que somos nosotros. Si se trata de un autónomo, ni les cuento: que si su situación es en absoluto precaria, que el Gobierno tiene olvidado a este colectivo y que ni siquiera pueden caer enfermos, porque entonces es cuando de verdad generarían un verdadero problema familiar y de empresa. Si el circunstancial vecino de cuitas y cábalas está al frente de una empresa de más de veinticinco trabajadores, su situación se solventaría, nos dice, con trabajar, facturar y cobrar, pero esto último es el sabañón que no le deja dormir y que acecha la continuidad de su proyecto empresarial. Finalmente, si el asunto lo compartimos con quien disfruta de un puesto de trabajo consolidado, es decir, con alguien que aparentemente tiene asegurada su soldada mensual, la crisis no dejará de ser un tema que le viene de frente, pero que tampoco le quita el sueño.

Luego están los que acumulan meses y meses sin dar un palo al agua a causa de las nulas ofertas de trabajo que él puede controlar y para las que podría estar preparado, porque hoy, incluso siendo un trabajador con gran experiencia en lo suyo, puesto al día en las nuevas tecnologías y dispuesto a enfrentarse a condiciones laborales que le exigirían otro esfuerzo añadido, son tantas las personas que esperan la oportunidad que, cuando nos informamos nosotros, cientos son los que han presentado su historial laboral. De hecho, es “vox pupoli” que son muchos los licenciados en cualquier carrera universitaria que no está desempeñando un puesto infinitamente inferior a sus posibilidades académicas, pero la situación no acepta remilgos de ningún tipo ante una oferta laboral mínima y se debe estar dispuesto y presto a aceptarla sin más condiciones.

Y aquí es precisamente donde surgen más problemas, ya que, si aceptamos como buenos los análisis y prospecciones que realizan los sindicatos alrededor de este fenómeno, vemos que no son pocos los empresarios que intentan por todos los medios obtener el máximo rendimiento de sus empleados, cosa legítima por otro lado, sin que de por medio reciban una compensación económica aceptable. Al contrario, los abusos son manifiestos y contundentes, dejando claro desde el primer momento que, si no se está de acuerdo, no van a faltar los que sí asuman estas condiciones laborales y se pongan a trabajar al día siguiente. Es evidente que el entramado empresarial, afortunadamente solo son unos pocos, practican este tipo de relación laboral, a lo que suelen añadir nóminas cuya suma final a percibir por el trabajador no tiene nada que ver con lo que en realidad cobra. Por el momento, lo queramos o no, eso es lo que hay y poco podemos hacer.

Por todo esto es tan importante que nos incorporemos al carro de la ilusión, porque es la única forma de sobrellevar este calvario sin que al final salgamos tocados. Y si para ello es necesario que nos unamos a las consignas de nuestros gobernantes, que no son otras que las de creernos que efectivamente el mercado de trabajo está mejorando y que muy pronto comenzaremos a salir de la crisis, pues lo hacemos y punto. Cualquier esfuerzo que hagamos tendrá seguro su recompensa, aunque es verdad que a veces parece que no vaya a llegar nunca. Mucha fe en nuestras posibilidades y no menos en el trabajo que desarrollan los responsables de esta área ministerial, que sabemos no está exenta de desengaños, pero que mantienen en pie a toda costa. Lo que debemos aceptar es que, si a ellos les va bien, los primeros beneficiados seremos nosotros.