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Será
muy difícil encontrarnos con alguien que, sin permiso previo ni
necesidad contrastada, no decida entrar en detalles y ponernos al
día de lo que para él está suponiendo la inmensa crisis económica
que padece el país y, por ende, sus moradores, que somos nosotros.
Si se trata de un autónomo, ni les cuento: que si su situación es
en absoluto precaria, que el Gobierno tiene olvidado a este colectivo
y que ni siquiera pueden caer enfermos, porque entonces es cuando de
verdad generarían un verdadero problema familiar y de empresa. Si el
circunstancial vecino de cuitas y cábalas está al frente de una
empresa de más de veinticinco trabajadores, su situación se
solventaría, nos dice, con trabajar, facturar y cobrar, pero esto
último es el sabañón que no le deja dormir y que acecha la
continuidad de su proyecto empresarial. Finalmente, si el asunto lo
compartimos con quien disfruta de un puesto de trabajo consolidado,
es decir, con alguien que aparentemente tiene asegurada su soldada
mensual, la crisis no dejará de ser un tema que le viene de frente,
pero que tampoco le quita el sueño.
Luego
están los que acumulan meses y meses sin dar un palo al agua a causa
de las nulas ofertas de trabajo que él puede controlar y para las
que podría estar preparado, porque hoy, incluso siendo un trabajador
con gran experiencia en lo suyo, puesto al día en las nuevas
tecnologías y dispuesto a enfrentarse a condiciones laborales que le
exigirían otro esfuerzo añadido, son tantas las personas que
esperan la oportunidad que, cuando nos informamos nosotros, cientos
son los que han presentado su historial laboral. De hecho, es “vox
pupoli” que son muchos los licenciados en cualquier carrera
universitaria que no está desempeñando un puesto infinitamente
inferior a sus posibilidades académicas, pero la situación no
acepta remilgos de ningún tipo ante una oferta laboral mínima y se
debe estar dispuesto y presto a aceptarla sin más condiciones.
Y
aquí es precisamente donde surgen más problemas, ya que, si
aceptamos como buenos los análisis y prospecciones que realizan los
sindicatos alrededor de este fenómeno, vemos que no son pocos los
empresarios que intentan por todos los medios obtener el máximo
rendimiento de sus empleados, cosa legítima por otro lado, sin que
de por medio reciban una compensación económica aceptable. Al
contrario, los abusos son manifiestos y contundentes, dejando claro
desde el primer momento que, si no se está de acuerdo, no van a
faltar los que sí asuman estas condiciones laborales y se pongan a
trabajar al día siguiente. Es evidente que el entramado empresarial,
afortunadamente solo son unos pocos, practican este tipo de relación
laboral, a lo que suelen añadir nóminas cuya suma final a percibir
por el trabajador no tiene nada que ver con lo que en realidad cobra.
Por el momento, lo queramos o no, eso es lo que hay y poco podemos
hacer.
Por
todo esto es tan importante que nos incorporemos al carro de la
ilusión, porque es la única forma de sobrellevar este calvario sin
que al final salgamos tocados. Y si para ello es necesario que nos
unamos a las consignas de nuestros gobernantes, que no son otras que
las de creernos que efectivamente el mercado de trabajo está
mejorando y que muy pronto comenzaremos a salir de la crisis, pues lo
hacemos y punto. Cualquier esfuerzo que hagamos tendrá seguro su
recompensa, aunque es verdad que a veces parece que no vaya a llegar
nunca. Mucha fe en nuestras posibilidades y no menos en el trabajo
que desarrollan los responsables de esta área ministerial, que
sabemos no está exenta de desengaños, pero que mantienen en pie a
toda costa. Lo que debemos aceptar es que, si a ellos les va bien,
los primeros beneficiados seremos nosotros.