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Por
el momento, y toquemos madera, el número de víctimas por accidentes
de tráfico se mantiene a la baja. Concretamente, por encima de
doscientas personas menos que el año pasado, lo que no solo supone
un nuevo espaldarazo a las políticas de la Dirección General de
Tráfico, sino un alivio para todos nosotros. De continuar en esta
línea, que es algo que esperamos convencidos de que así será,
llegaremos al final del año con una nueva e importante reducción en
la cifra de accidentes, aunque debemos ser cautelosos y tener en
cuenta que aún nos quedan fiestas importantes por disfrutar, como es
el caso de la Hispanidad, Todos los Santos, Constitución e
Inmaculada, Navidad, fin de año, Reyes…Cualquiera de ellas tiene
una gran capacidad de convocatoria y tira a la calle a miles de
usuarios por diferentes recorridos, es decir, justo lo que nos sitúa
delante de los caballos.
Como
hemos dicho, las políticas que desarrolla actualmente Tráfico, casi
todas ellas ligadas a la sanción económica, han hecho mella en
muchos de nosotros, que nos hemos visto obligados a controlarnos
cuando de pisar el acelerador o de consumir alcohol se trata. No
estamos de acuerdo con algunas de las normas en vigor, pero sí con
las que evitan accidentes, y la velocidad excesiva y la inadecuada es
una de ellas. Por eso no entendemos ni compartimos la idea de muchos
de nosotros con respecto a la ubicación que la Guardia Civil de
Tráfico hace de sus coches fotocontrol, que son esos que nos hacen
una foto en movimiento y que los encontramos en cualquier carretera
detenidos o circulando. Y no decimos nada de cuando son cazados por
un control de velocidad que ha sido anunciado mil metros antes. En
cualquiera de los dos casos, la respuesta inmediata o el análisis
del conductor denunciado siempre es la misma, asegurando que están
solo para recaudar, porque donde se encontraba detenido no existe
peligro de ningún tipo. Y quizás lleven razón, pero se les olvida,
suponemos que interesadamente, que la velocidad máxima en nuestro
país no puede superar, en ningún caso, los ciento veinte kilómetros
por hora.
Así
las cosas, con muy pocas posibilidades de que prospere un pliego de
descargo cuando de por medio existe una infracción por esta causa,
de lo que se trataría es de mantener durante todo el recorrido la
velocidad máxima que nos exigen las normas en vigor. Solo así
conseguiremos ir y venir con la seguridad de que al menos por exceso
de velocidad no seremos denunciados. De otra forma, mucho nos tememos
que no será posible. De hecho, el incremento de las denuncias por
exceso de velocidad en carretera y ciudad ha superado con creces las
del año pasado, lo que nos da una idea del poco respeto que tenemos
al peligro y a las denuncias. Parece que no hemos caído en el hecho
de que lo que no va a cambiar desde luego es la actitud de Tráfico
con respecto al asunto de la velocidad, entre otras razones porque ha
visto en esta deficiencia una importante suma de dinero a la que no
está dispuesta a renunciar.
Consecuentemente:
solo nosotros podemos evitar la sanción. No hace falta la
intervención de nadie y menos el consejo de quienes aseguran que por
aquí o por allá no suele haber control policial. La última persona
que toma las decisiones en el vehículo es el que lo conduce y éste
debía optar por poner en marcha el sentido común y dejar a un lado
las ganas de salir por peteneras que muestran algunos. Y más hoy,
que la mayoría de los vehículos cuentan con el control de velocidad
como parte del primer equipo del coche, que le permite, entre otras
ventajas, un menor consumo, velocidad mantenida durante casi todo el
viaje y olvidarse de los controles de velocidad, siempre, claro que
la velocidad asegurada electrónicamente no supere los límites
establecidos.
Hagan
ustedes las cuentas y comprobarán que les saldrán redondas.
Viajarán más relajados, más seguros y un menor consumo general de
su coche. Con diferencia, no hay quien dé más.