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Cuando
entre nosotros hemos hablado de la comunidad científica, siempre lo
hemos hecho con respeto, convencidos de que sus trabajos, que van más
allá de una entrega laboral remunerada, tienen un fin concreto del
que con toda seguridad saldremos beneficiados. En los tiempos que
corren, cientos son los que se han quedado sin trabajo, demostrando
que nuestros gobernantes no son precisamente sensibles a la
investigación y al desarrollo. Y lo peor es que otros miles están a
las puertas de perderlo, que es lo que le faltaba a nuestro país
para situarse en los últimos puestos de la cola de los que a los
científicos se les consideran unos iluminados a los que no hay que
hacerles mucho caso. Por lo tanto, no debería extrañarnos que hayan
salido a la calle en varias ocasiones y todas con la misma idea:
atraer la atención de los responsables de este área en el Gobierno
para que detengan la sangría que supone para nuestro prestigio que
se detengan los programas que están en marcha relacionados con
infinidad de enfermedades e innovaciones tecnológicas de gran
trascendencia en las diferentes áreas de las nuevas tecnologías.
Con
esta realidad a la espalda, éstos, las mujeres y los hombres que
invierten su tiempo en mejorarnos la vida, han decidido intervenir en
su porvenir y se han enfrentado a los malos tiempos que corren con
todo tipo de inventos, que es la mejor definición que hemos
encontrado. Así, recuerden a la científica que vimos concursando en
un programa de televisión, concretamente en donde puedes conseguir
un millón de euros, que obtuvo quince mil para invertirlos en poder
continuar con el desarrollo de un programa ligado a la salud de las
personas que padecen hemorragias incontroladas. Pero no sólo eso,
porque también vende lotería y productos de belleza. Otro ejemplo
de lo que les contamos lo encontramos en un médico que investiga en
Sevilla la fibromialgia, y parece que con éxito, que mantiene su
programa gracias a las tómbolas y rifas que organizan sus pacientes
y que no tiene otro objetivo que encontrar dinero para invertirlo en
continuar los estudios.
Otro
ejemplo de coraje y convencimiento de lo que hacen lo hallamos en
unos científicos que han decidido tirar por la calle de en medio y
lanzarse al mundo del espectáculo escogiendo la fórmula más actual
que existe de ponerse frente al público: con monólogos de
actualidad con el humor como recurso obligado para conseguir la risa
de los asistentes. Lo decidieron un buen día y luego de no pocas
controversias personales y familiares, pusieron en marcha el proyecto
con rotundo éxito. Por el momento ya han recorrido medio país y,
por las noticias que tenemos, no tardarán el visitar el resto. Y
todo porque les han cerrado el grifo del dinero oficial y no están
dispuestos a tirar la toalla y dejar empantanados los diferentes
programas científicos que encabezaban. Por lo que conocemos de esta
gira monologuista, ni ellos se esperaban el apoyo del público, que
no sólo acude al espectáculo por diversión, sino por el fin que se
han propuesto los circunstanciales humoristas.
Nos
encontramos, por tanto, con una nueva forma de entender cómo ganarse
la vida cuando los que tienen la obligación de facilitártela actúan
en tu contra, que es el caso de quienes dirigen el país y nuestros
designios, que han decidido cargarse la comunidad científica y en
ello es evidente que han puesto mucho interés. De lo que devengue la
actitud de unos y otros nadie sabe con certeza el final, pero sí
parece claro que los científicos damnificados han sido los primeros
que han movido ficha luego de comprobar las verdaderas intenciones de
los políticos en el poder. Nosotros creemos estar frente a una
guerra abierta en la que sólo encontramos perdedores: unos, sin
merecérselo; otros, por todo lo contrario.