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Los
accidentes de tráfico siguen produciéndose como trataran de
confirmar que están ahí, intimidándonos y exigiéndonos atención
a lo que hacemos al volante de nuestro vehículo si no queremos
vernos envueltos en uno de ellos. Con todo, por mucha atención que
pongamos, por mucho que nos esmeremos en no entorpecer la marcha de
nadie y aunque no ingiramos alcohol y mantengamos en todo momento la
velocidad que exige la vía, sólo es necesario que aparezca otro
actor y que éste no cumpla mínimos como respetar la distancia de
seguridad, no conducir ebrio, aceptar las normas y conducir atento al
tráfico para que, a las primeras de cambio, deje de ser un compañero
de camino y surja como un enemigo directo que viene a por nosotros.
Así ocurren cientos de accidentes en nuestras carreteras, aunque las
estadísticas marcan las diferencias entre las autovías y las
autopistas y las secundarias, sobre las que recae el mayor número de
accidentes mortales que se controlan anualmente en nuestro país.
Las
razones no creemos que sea necesario que las expongamos una vez más
aquí, aunque no estaría de más recordar que, entre las causas que
participan activamente en la consecución de un accidente en este
tipo de vías, están la distancia de seguridad, que no se respeta
casi por parte de nadie y que, por el contrario, suelen usarla
algunos conductores para presionar al que va delante para que les
permita adelantarles o que aceleren su marcha; tampoco faltan los
adelantamientos en este tipo de vías, en donde es fundamental que se
respeten las zonas en las que se puede realizar esta peligrosa
maniobra y que no siempre se respetan; el alumbrado, que parece cosa
de unos cuantos y porque su vehículo, que es de nueva generación,
las lleva encendidas obligatoriamente, porque de otra forma ni se les
ocurriría. La velocidad es otra de las causas directas que con más
frecuencia concurren en los accidentes en estas carreteras, ya que en
casi todos los casos ni el estado de la vía lo permite ni el tráfico
lo pone fácil, a lo que debemos añadir la presión que el conductor
recibe de la meteorología, que suele aportar niebla, viento, nieve,
lluvia, etc.
Cuando
le exigimos a la Administración más inversiones sobre estas
carreteras, la respuesta siempre es la misma: estamos en ello y de
hecho mantenemos inversiones permanentes en algunas de ellas, pero
entendemos las demandas de los usuarios. Pero hay más. De acuerdo
con las voces autorizadas que encontramos entre quienes tienen
responsabilidad en la red provincial de carreteras, existe el
convencimiento de que a mejor vía, más accidentes. Y es así o se
le parece. Y todo porque el conductor no acepta limitaciones de
ningún tipo y menos si se trata de la velocidad. Entre las vías que
demuestran la existencia de este fenómeno, los primeros meses de la
que comunica Torreperogil con Villacarrillo. Hoy no porque no está
para muchos trotes, pero sí, como hemos dicho, durante los primeros
meses de uso. Y todo por no aceptar que la apariencia es una cosa y
otra radicalmente diferente la realidad sobre si está bien
peraltada, si las curvas permiten la velocidad a la que se toman,
etc.
Lo
que no acabamos de interpretar adecuadamente es el generalizado
convencimiento de muchos conductores sobre que a ellos no les va a
pasar nada, y no porque estén seguros de su buena suerte, sino, y
esto es lo peor, porque están convencidos de que sus conocimientos
sobre la circulación y su coche son muchos y que esta supremacía
les permite ir y venir sin sufrir accidentes de importancia. Y lo
cuentan tan frescos, como si tal cosa. Es más, con su actitud de
prepotencia caen en el error de menospreciar a los conductores que
han caído en las mismas carreteras que ellos utilizan. Es decir, que
tuvieron el accidente y fallecieron por eso, porque sencillamente no
estaban preparados como conductores. Y se vuelven a quedar tan
frescos. A estos autodenominados como magníficos conductores, lo
mejor que podemos desearles es que tengan mucha suerte, porque desde
luego que falta les va a hacer.