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A
nuestro alrededor, y más desde que la crisis nos dio el golpe de
gracia que nos situó en donde siempre habíamos estado y nos hizo
descender desde el cielo en el que nos habíamos situado casi de
golpe, la palabra fluctuación está de moda. Y lo mismo les ocurre a
las oscilaciones, especialmente las ligadas con la información que
nos llega de la Bolsa española. Y no menos en la cosa de los bulos,
que van y vienen de un lado para otro incontrolados y a los que cada
uno de nosotros le añade algo de su particular cosecha, y que
finalmente acaban alcanzando proporciones mastodónticas. Cierto que
no todos caen en el error de creerse a pies juntillas lo que oyen en
la calle, pero no crean ustedes que no les inquieta, porque, claro,
todo lo que tenga relación con su seguridad y la de los suyos no les
deja del todo tranquilos.
Desde
hace unos meses, lo del rapto de niños, por ejemplo, se puso de moda
y no pasaba un día en el que no escuchásemos algo sobre este
peligroso asunto. Y lo peor de todo esto es que no siempre se trataba
de bulos más o menos desproporcionados, sino que no faltaron los
que, yendo más lejos de lo aconsejable, se atrevieron incluso a
ponerle cara a los supuestos malhechores, detalle que hoy, con las
redes sociales de por medio, cualquier noticia alcanza cotas de
popularidad desconocidas en sólo un par de días. Afortunadamente
para todas y todos, se trataba, efectivamente, de una mentira más o
menos bien tramada y que finalmente fue la Policía Nacional de
nuestra ciudad la que tuvo que salir al paso y afirmar con toda
rotundidad que se trataba de eso, de una mentira. Nosotros, de hecho,
incorporamos a nuestro facebook la fotocopia que nos fue remitida con
tal fin y desde ese momento parece que las aguas se calmaron. Menos
mal.
Pero
como son insaciables estos inquietos troleros de andar por casa,
ahora lo que se lleva es situar a los rumanos como responsables de
todo tipo de fechorías. Consecuentemente, son los directos y únicos,
en el caso de que fuera verdad, porque seguimos sin respuesta
policial, responsables de que te quiten el oro que llevas colgado en
el cuello o en las manos; también de que caigas desmayado con el
perfume que te hacen oler; o de que entren a tu casa con el engaño
de enseñarte algún artículo que llevan a buen precio… Es decir,
que dependiendo de cómo se levante el engañabobos de turno, así
será la trola que ha preparado para el día. Y lo peor de todo, y lo
hemos repetido hasta la saciedad, es que no son pocos los que caen
rendidos ante la historia que les cuentan y la hacen suya, lo que
quiere decir que no tarda en propagarse entre el vecindario primero y
más tarde por toda la ciudad.
Y
nosotros en medio de todo, porque caigan ustedes en la cuenta de que
no son pocos los que se dirigen a la radio en busca de confirmación
sobre la noticia que han conocido esta misma mañana y en la que
puede estar en peligro su integridad física o la de alguno de los
suyos. Nuestra tarea es derivar a estas personas hasta la Policía y
que denuncien lo que aseguran es verdad. Lo que ocurre es que es
entonces cuando caen en la cuenta de que ellos en realidad no han
visto nada y que son sólo unos excepcionales vehículos de ida y
vuelta capaces de compartir con cientos de personas en una sola día
lo que han escuchado en la tienda de su barrio o en la cafetería en
donde desayunan. Lo cierto es que en esta ocasión están
manteniéndose las mentiras por más tiempo del que sería deseable,
no sabemos si por falta de otras noticias de interés o porque se han
empeñado en enturbiar la dinámica de la ciudad a toda costa.
Insistimos en que si ustedes han visto algún detalle que les resulte
anómalo, nada mejor que informar de ello a los Cuerpos de Seguridad
del Estado, que son los que de verdad pueden controlar nuestra
seguridad. Lo demás, lo dicho, trolas, mentiras y bulos absurdos en
los que no debemos caer.