viernes, 22 de noviembre de 2013

LA IMPORTANCIA DEL CASCO PARA LOS CICLISTAS

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Los datos son por sí mismos apabullantes: casi el cincuenta por ciento de los ciclistas muertos en carretera y el mismo porcentaje de los que perdieron la vida en ciudad no llevaban casco, según el estudio realizado por la Fundación Mapfre y que fue presentado la semana pasada en la Comisión de Seguridad Vial del Congreso de los Diputados. De acuerdo con los diferentes análisis realizados por los investigadores, que se han basado en las circunstancias de la muerte de los cerca de 2.400 ciclistas fallecidos y lesionados entre los años 2010 y 2012, de los que el cincuenta y siete por ciento murieron por un traumatismo craneoencefálico, lo del sí o el no del casco en la ciudad está aún en proceso de valoración. Aunque la mitad de las víctimas mortales no usaba casco, como ya hemos dicho, el estudio entiende que su efectividad es menor que en otros tipos de accidentes, ya que la participación de vehículos a motor que circulan a alta velocidad incrementa las consecuencias. Con todo, de acuerdo con los datos analizados, los cascos en el ciclista evitan alrededor de dos de cada tres lesiones graves o mortales en la cabeza. No obstante, como de todos es conocido, el uso del casco en la ciudad está siendo rechazado frontalmente por parte de la práctica totalidad del colectivo y no menos de los fabricantes de estos vehículos, ya que mientras los primeros entienden que antes que el casco están las decisiones políticas que les faciliten el ir y venir por las ciudades, quienes las ponen en el mercado están convencidos de que supondrá una pérdida de cuota muy importante, porque muchos serán los que dejen de usarla.

Por los datos aportados, y esto es lo que debe tenerse en cuenta si de verdad lo que se pretende es ganar en seguridad, sepan ustedes que desde hace diez años hasta ahora se ha controlado un incremento de más del treinta por ciento de ciclistas que resultan heridos graves por accidentes y aumentado el porcentaje de ciclistas muertos en carretera que no llevaban el casco en nada menos que un cuarenta y cinco por ciento. En total, setecientas muertes de ciclistas entre 2003 y 2011, cuatro mil ochocientos noventa y seis heridos graves y veinticinco mil cuatrocientos heridos leves, además de las secuelas incapacitantes e irreversibles con las que muchos de ellos quedan de por vida. En total, treinta y una mil víctimas, que se dice pronto. Asimismo, el veinte por ciento de los ciclistas fallecidos perdieron su vida en accidentes cuando circulaban solos, sin vehículos de por medio, y según datos de las compañías de seguros, el total sería de al menos un cuarenta por ciento en los casos de accidentes nocturnos.

De estos datos se deduce que usar el casco ayuda a reducir la gravedad de los accidentes, independientemente de que éstos se produzcan en ciudad o carretera. No son pocos los que están a favor de que el uso del casco se generalice, aunque no de manera obligatoria, es decir, que sean finalmente los usuarios de estos vehículos quienes finalmente decidan si se lo colocan o no, con lo que los políticos, que son los verdaderos responsables de su obligatoriedad o no, quedan exentos de verse envueltos en polémicas. Tampoco faltan los que, si de lo que se trata es de fijar una edad concreta del uso obligatorio, ésta la sitúan en los quince años y a partir de ahí que la Providencia te ampare. Aunque entre la clase política la apuesta por la obligatoriedad del casco en ciudad tiene su razón de ser en que puede reducir las víctimas, especialmente en menores, se reconoce al mismo tiempo que el hecho de recomendarlo puede acabar influyendo en el uso de la bicicleta.


La realidad parece que camina por otros derroteros más contundentes, porque de heridos graves y muertes hablamos. Los políticos, que lo quieran o no, son los responsables del sí o el no de este elemento en las personas que usan la bicicleta en ciudad o carretera, tienen la última palabra. Ya veremos finalmente qué deciden.