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Eso
de iniciar un mes que, a nivel laboral, comience a contar desde el
día 4, qué quieren que les diga, que nos gusta. Y eso es lo que
ocurre con noviembre, que lo hemos iniciado en viernes festivo, luego
sábado y finalmente domingo. No obstante, lo que sí deseamos
fervientemente es que el gran día de Todos los Santos lo hayan
vivido como éste demanda desde tiempo inmemorial, es decir, saliendo
al campo con las viandas preparadas y prestos a pasar una jornada
entre familia y amigos. Por lo que hemos podido ver, que para eso
recorrimos los lugares más emblemáticos de la inmensa naturaleza
que nos rodea, la afluencia ha sido masiva y el entendimiento entre
unos y otros destacable. En cuanto a la habitual generosidad que
sobre todo estos días prima entre los que van y vienen, en ningún
momento nos faltó alimento ni bebida, confirmándose que Andújar
tiene una peculiar manera de recibir a quienes desean conocer a sus
gentes.
Ahora
nos queda por delante un mes que, lo queramos o no, nos llevará
directamente al gran mes del año, el que nos hace mejores y más
solidarios, el que nos obliga a jugarnos el poco dinero que nos queda
en busca de un gordo que siempre ha pasado por delante de nosotros y
nunca se ha detenido a dejarnos algún pellizco de importancia.
Noviembre es un mes de paso, como de obligado cumplimiento, porque el
que en realidad esperamos con los brazos abiertos es el otro,
diciembre, que vendrá con la familia que reside fuera y la que tanto
echamos de menos y con los amigos que andan con los estudios a
cuestas por medio mundo. Es el mes en el que más cantamos, el que
más abrazos y besos damos y recibimos, y cuando más solidarios y
generosos nos mostramos con los demás. Diciembre es el mes que nos
cambia, que influye en todos nosotros de forma visible, que nos
traslada como ningún otro a nuestra infancia y en el que, sin darnos
cuenta, abrimos nuestro corazón a todo el que nos pide ayuda.
Noviembre,
que es tan imprescindible en el contador de nuestras vidas como
cualquier otro, suele ser un mes anodino, que trasciende en muy
escasas ocasiones y que no suele contener acontecimientos de
importancia. Si acaso, es el período en el que comienzan a cerrarse
encuestas, a confirmarse datos económicos y a preparar las
liquidaciones empresariales, tarea muy necesaria si tenemos en cuenta
que llegar a diciembre con las obligaciones casi terminadas supone un
descanso añadido para dedicárselo a menesteres más lúdicos. Hace
un par de años, por ejemplo, sí que contuvo un acontecimiento de
los que podemos denominar como muy importante, ya que se convocaron
elecciones generales, que por cierto ganaron por mayoría absoluta
los populares, y esto supuso una inyección de ánimo para las almas
y económica para un sinfín de empresas, y no menos para los
electores, que por entonces buscaban la salida al callejón en el que
poco a poco nos habían metido y del que no sabíamos salir. Hoy, con
la perspectiva que nos da el tiempo, vemos que seguimos en las
mismas, si no peor, porque lo de esta crisis parece no tener fin por
mucho que desde la política nos envíen mensajes de que todo está
reparado y que pronto cambiarán las cosas a mejor.
De la
meteorología que nos traerá noviembre sabemos bien poco, por no
decir nada, pero de mantenerse los datos habituales, el frío y la
lluvia serán los dos protagonistas destacados. El dato más
alentador de este mes es sin duda la recogida de aceituna, que es en
éste cuando mayoritariamente se inicia y que dará trabajo a miles
de personas, detalle que por sí mismo es capaz de animar al más
recalcitrante de los pesimistas. Los tajos aceituneros se llenaran de
color, cantos y alegría mal contenida, conscientes ellas y ellos de
que estos días supondrán aportaciones de oro a las peonadas que
acumulan y que tanto necesitan para cobrar las ayudas sociales y
mantener sus derechos intactos con la sanidad pública. Sólo por eso
vale la pena transitar por noviembre. Porque veremos a más gente
feliz, y eso es algo que escasea y que nos hace sufrir.