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Para
quienes no parece que el paso del tiempo les mejore la situación de
angustia en la que se desenvuelven desde hace años es a los
integrantes de la plataforma en defensa del río Guadalquivir a su
paso por Andújar, que especificamos porque este río que da nombre
e identifica a Andalucía en el mundo, recorre muchos municipios
hasta que desemboca en Sanlúcar de Barrameda, y les aseguramos que
son escasos los que no tienen desencuentros administrativos por
diferentes motivos, desde los que exigen su dragado para evitar
inundaciones hasta los que esperan desde hace años actuaciones
definitivas para que los ciudadanos puedan aproximarse a sus orillas
sin peligro. Todos exigen actuaciones y todos también coinciden en
la lentitud de la Administración con respecto a su problemática,
aunque en nuestro caso es quizá donde más se note el problema que
representa la no dualidad de los poderes públicos de Madrid y
Sevilla.
Aunque
los nuestros reclamen paralelamente su derecho a que le sean abonados
los daños sufridos en las pasadas inundaciones y que se ejecuten las
actuaciones previstas para evitar nuevas riadas, es sobre esto
último donde por el momento mantienen un enconado enfrentamiento
con el Ayuntamiento como responsable inevitable cuando de reclamar
los derechos de sus ciudadanos se trata. Ellas y ellos, que saben de
lluvias más que nadie, que cuentan con mil y un resorte para conocer
con tiempo cuándo la lluvia será dañina y cuándo todo lo
contrario, vienen avisando que este año puede que se den todas las
coincidencias que necesita el cauce del río para volver a salirse de
él y anegar todo lo que encuentre por delante, especialmente la zona
de La Ropera, que es la que queda por terminar. Naturalmente, lo que
tienen enfrente es nada menos que a la Administración autonómica,
que a su vez depende de la nacional y que ésta tiene que vérselas
con el toro enfurecido del dinero para inversiones, que o no se ha
encontrado o sencillamente se ha decidido dejarlo para un mejor
momento. Y como nadie parece querer responsabilidad alguna sobre el
tema, los denunciados miran para otro lado y con su actitud anuncian
que no están dispuestos a escuchar ni una demanda más, pues la cosa
del río está en situación de tener varios frentes abiertos a los
que atender, desde los que se avecinan de las posibles torrenciales
lluvias, que ya de por sí tienen su peligro, hasta lo que puede
llegar a suponer una ciudadanía cabreada por no ser atendida y, aún
peor, ni escuchada, que es lo menos que se pide en situaciones de
este tipo.
La
realidad es que ha comenzado noviembre, que es lo mismo que decir que
se abre la veda para que hasta nosotros lleguen las lluvias que se
acumularán en la cabecera, es decir, en el pantano del Tranco, y
que volverán a poner un año más a la mota, acabada hace dos años
y que hasta el momento ha soportado con efectividad los diferentes
embates a los que ha sido sometida, en situación de riesgo, pero de
mucho, atención. Y todo porque el nivel del cauce presenta una
superficie mucho más accesible, o lo que es lo mismo, que el barro
acumulado es mucho y que, por lo tanto, el agua que discurra por él
alcanzará el nivel máximo con muchos menos metros cúbicos. Y eso
no sólo lo decimos nosotros, que lo que sabemos lo hemos
aprendido a golpe de inundación, sino que lo han afirmado los
técnicos, que esos sí que saben, y que, entre sus aclaraciones, han
hecho llegar a la ciudadanía que los males del río a su paso por
nuestra ciudad residen todos en la presa de Marmolejo, que es la que
frena el discurrir normal del agua.
De si
se desatará un nuevo desastre o de si los controles físicos con los
que cuenta el río en nuestro término funcionarán, lo
sentimos pero hasta ahí no llegamos. Lo que sí deseamos
fervientemente es que el problema se solucione. Al fin y al cabo, se
trata de personas y de dinero, y estamos de acuerdo con quienes
afirman sin dudarlo que el tema del río se podía solucionar si de
verdad quisieran. Lo que ocurre es que el que se inventó
la demagogia y la hipocresía es evidente que nos hizo un flaco
favor.