martes, 5 de noviembre de 2013

LOS AFECTADOS POR EL RÍO Y LOS OTROS

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Para quienes no parece que el paso del tiempo les mejore la situación de angustia en la que se desenvuelven desde hace años es a los integrantes de la plataforma en defensa del río Guadalquivir a su paso por Andújar, que especificamos porque este río que da nombre e identifica a Andalucía en el mundo, recorre muchos municipios hasta que desemboca en Sanlúcar de Barrameda, y les aseguramos que son escasos los que no tienen desencuentros administrativos por diferentes motivos, desde los que exigen su dragado para evitar inundaciones hasta los que esperan desde hace años actuaciones definitivas para que los ciudadanos puedan aproximarse a sus orillas sin peligro. Todos exigen actuaciones y todos también coinciden en la lentitud de la Administración con respecto a su problemática, aunque en nuestro caso es quizá donde más se note el problema que representa la no dualidad de los poderes públicos de Madrid y Sevilla.

Aunque los nuestros reclamen paralelamente su derecho a que le sean abonados los daños sufridos en las pasadas inundaciones y que se ejecuten las actuaciones previstas para evitar nuevas riadas, es sobre esto último donde por el momento mantienen un enconado enfrentamiento con el Ayuntamiento como responsable inevitable cuando de reclamar los derechos de sus ciudadanos se trata. Ellas y ellos, que saben de lluvias más que nadie, que cuentan con mil y un resorte para conocer con tiempo cuándo la lluvia será dañina y cuándo todo lo contrario, vienen avisando que este año puede que se den todas las coincidencias que necesita el cauce del río para volver a salirse de él y anegar todo lo que encuentre por delante, especialmente la zona de La Ropera, que es la que queda por terminar. Naturalmente, lo que tienen enfrente es nada menos que a la Administración autonómica, que a su vez depende de la nacional y que ésta tiene que vérselas con el toro enfurecido del dinero para inversiones, que o no se ha encontrado o sencillamente se ha decidido dejarlo para un mejor momento. Y como nadie parece querer responsabilidad alguna sobre el tema, los denunciados miran para otro lado y con su actitud anuncian que no están dispuestos a escuchar ni una demanda más, pues la cosa del río está en situación de tener varios frentes abiertos a los que atender, desde los que se avecinan de las posibles torrenciales lluvias, que ya de por sí tienen su peligro, hasta lo que puede llegar a suponer una ciudadanía cabreada por no ser atendida y, aún peor, ni escuchada, que es lo menos que se pide en situaciones de este tipo.

La realidad es que ha comenzado noviembre, que es lo mismo que decir que se abre la veda para que hasta nosotros lleguen las lluvias que se acumularán en la cabecera, es decir, en el pantano del Tranco, y que volverán a poner un año más a la mota, acabada hace dos años y que hasta el momento ha soportado con efectividad los diferentes embates a los que ha sido sometida, en situación de riesgo, pero de mucho, atención. Y todo porque el nivel del cauce presenta una superficie mucho más accesible, o lo que es lo mismo, que el barro acumulado es mucho y que, por lo tanto, el agua que discurra por él alcanzará el nivel máximo con muchos menos metros cúbicos. Y eso no sólo lo decimos nosotros, que lo que sabemos lo hemos aprendido a golpe de inundación, sino que lo han afirmado los técnicos, que esos sí que saben, y que, entre sus aclaraciones, han hecho llegar a la ciudadanía que los males del río a su paso por nuestra ciudad residen todos en la presa de Marmolejo, que es la que frena el discurrir normal del agua.


De si se desatará un nuevo desastre o de si los controles físicos con los que cuenta el río en   nuestro término funcionarán, lo sentimos pero hasta ahí no llegamos. Lo que sí deseamos fervientemente es que el problema se solucione. Al fin y al cabo, se trata de personas y de dinero, y estamos de acuerdo con quienes afirman sin dudarlo que el tema del río se podía solucionar si de verdad quisieran. Lo que ocurre es que el que se inventó la demagogia y la hipocresía es evidente que nos hizo un flaco favor.