Las
políticas sociales debían ser obligatorias y el Gobierno de turno
que no las mantuviera, ampliara y dotara de presupuesto, debía ser
eliminado y condenado a inhabilitación de por vida. No aceptamos
términos medios en asunto tan trascendente para la supervivencia de
las personas que, por si faltara algo, no han sido culpables de que
la economía del país no esté en su mejor momento. Aunque salvando
las distancias, Suiza mantiene una política activa con sus
ciudadanos y también con quienes, censados en el Estado aunque
procedentes de otros países, residen en su territorio. Nada menos
que dos mil euros mensuales reciben en caso de que no encuentren
trabajo con el que permitirse vivir con algo de suficiencia económica
para poder mantener a toda su familia sin estrecheces. En España, un
grupo de ciudadanos que crece conforme se da a conocer entre la
ciudadanía, ha conseguido doscientas cincuenta mil firmas y las ha
presentado en el Congreso de los Diputados con el objetivo de sacar
adelante su propuesta, que no es otra que un gesto de solidaridad
nacional con las personas que no tienen ingresos de ningún tipo. De
salir adelante, éstas recibirían seiscientos cincuenta euros
mensuales para sobrevivir y poder atender a los pagos obligatorios
que debe hacer mensualmente, como sería el caso del agua y la
electricidad. Por el momento se trata de una propuesta que el
Gobierno observa desde lejos y anuncia su inviabilidad sencillamente,
dice, porque los ingresos que recibe el Estado serían superados con
creces por este sueldo social.
Independientemente
de lo que supondría para las arcas públicas este subsidio y no
menos lo que devengaría de gasto que muy pocos entenderían, el
hecho es que los Gobiernos debían trabajar casi en exclusiva para
mejorar la vida de sus ciudadanos en todos los órdenes. Nadie
entiende que dediquen su interés y trabajo en todo lo contrario, es
decir, a frenar cualquier impulso que les llegue desde la solidaridad
y el reparto equitativo de las rentas públicas. Quizá se deba a que
ni les pasa por la cabeza descender hasta el suelo en busca de las
justificaciones y necesidades que el pueblo viene demandando desde
hace años sin que haya obtenido respuesta por ahora; y mucho nos
tememos que nunca. Sin embargo, es ahí, entre la gente, donde las
necesidades no requieren ser detalladas porque son visibles y se
justifican por sí mismas. Familias que se surten de alimentos
mayoritariamente recogidos de los contenedores de los grandes
supermercados, hogares que no tienen ni agua ni luz, subsidiados a
los que no les llega el dinero para las medicinas que les alivian de
sus crónicas enfermedades, familias desestructuradas porque la falta
de dinero les obliga a vivir en la marginalidad, menores que no
consiguen las tres comidas diarias y que no acceden a alimentos con
la capacidad proteica que necesitan para crecer sanos… Como han
escuchado, el panorama no es nada halagüeño ni siquiera para los
que no tienen este tipo de necesidades, ya que a poco que tu corazón
perciba lo que ocurre a tu alrededor, la realidad es que no dormirás
sin pesadillas.
Los
de la política, ellas y ellos, por lo que muestran en público, la
verdad es que no tienen aspecto de no dormir bien. Claro que no es lo
mismo estar preocupados por cómo y dónde colocar el sueldo del mes,
si a plazo fijo o en letras del Estado, que para el ciudadano de a
pie buscar y rebuscar y no encontrar la fórmula que le permita pagar
el plazo de la hipoteca al mismo tiempo que dar de comer a su prole.
Por el momento, la ayuda de los abuelos y de la familia está siendo
fundamental para que estas personas puedan ir cumpliendo con sus
obligaciones de pago y de obtener alimentos. La pregunta es hasta
cuándo podrán seguir así estos ciudadanos. Y la denuncia, dirigida
a nuestros representantes, es que si nos les da vergüenza que esto
esté ocurriendo en España.