Después
de conocer los datos de población activa en nuestro país, aplicarse
con prisa y fuerza en arreglar cuanto antes tal desaguisado nos
parece poco. Habría que inventarse una fórmula muy mágica para, de
un plumazo, encontraran empleo para tantas miles de personas.
Evidentemente, es sencillamente imposible. Es más, ajustándonos a
las opiniones que los sesudos economistas nos envían, no parece que
la situación cambie hasta al menos diez años; y si es que llega a
cambiar, porque tampoco crean ustedes que se muestran convencidos de
que algún día se consiga. Consecuentemente, todo indica que el
deteriorado estado de nuestra economía, conforme se mantenga en el
tiempo, seguirá destruyendo empleo imparablemente y a pesar de las
interpretaciones que han hecho las mujeres y los hombres del
Gobierno, para los que todo va mejor y que parece que ahora sí han
encontrado el camino hacia la reversión de la situación. Y si lo
han dicho ellos, ¿quiénes somos nosotros para desconfiar de
próceres tan bien preparados y tan rehablados?
De
todos los números conocidos, nos ha llamado poderosamente la
atención el hecho de que se haya pasado de un millón doscientas
ochenta y dos mil familias en las que todos sus miembros están sin
empleo, a seiscientas mil más en solo dos años. Naturalmente,
además de la reflexión que exigen números tan sangrantes, conviene
recordar que éstos debemos multiplicarlos al menos por cuatro, que
son las personas que habitualmente conforman las familias españolas.
Por lo tanto, estamos hablando de más de siete millones de personas
a las que no les llegan ayudas de ningún tipo y que por el momento
el subsidio y las pensiones de sus mayores son los que les permiten
llevarse algo a la boca. Los casos conocidos, que también son miles,
de las familias que no disponen de electricidad y agua corriente en
sus hogares, por el momento no están siendo contemplados por el
Gobierno, que ya rechazó en su día la propuesta de la oposición de
que no se les cortaran estos dos servicios básicos por falta de
pago. Parece que el Ejecutivo tiene un especial interés en que estas
personas sufran de forma intensa la crisis y de ahí su empeño en no
aprobar lo que por otra parte se está haciendo en Andalucía, en
donde es evidente que existe una sensibilidad claramente diferente a
la del Gobierno de la nación.
Entre
la dichosa consecución del déficit y las imposiciones europeas
sobre cómo debemos tomar las decisiones y controlar los gastos,
España se ha convertido para millones de personas en un país agrio,
insoportable y listo para que en cualquier momento se encienda la
mecha del ya no aguanto más, de la que hemos tenido una buena
muestra en Burgos, en donde el gobierno municipal decidió sin contar
con nadie la construcción de un bulevar en una zona de la ciudad y
ésta se negó en redondo a permitírselo. La situación del país es
tan crítica, son tantas las personas que ya no pueden más, que
seguir confiando en nuestra capacidad de aguante es vivir en otro
mundo. Y más cuando observamos cómo se las gastan nuestros
representantes en cualquiera de las Administraciones que nos
gestionan, que disfrutan de sueldos casi de pecado, que han creado
sus propias leyes para perpetuarse en el poder y vivir de él cuando
ya no trabajen y que gastan a manos llenas un dinero que no es suyo y
que, encima, no hacen nada por disimularlo.
Serán
apreciaciones nuestras o como ustedes las quieran entender, pero
estamos convencidos de que la situación tan amarga e insoportable
que padecen tantos millones de españoles va a acabar mal y no
pasando mucho tiempo. El aumento de las manifestaciones, de un cinco
por ciento con respecto al año pasado, y eso que llevamos solo unos
días del nuevo año, está siendo significativo y no anuncia nada
bueno. Y recuerden que el que avisa es solo eso, el avisador.