El
total de personas fallecidas a consecuencia de accidentes de tráfico
que podíamos calificar como más débiles o indefensas, ya que se
trata de peatones, ciclistas, usuarios de ciclomotores y
motocicletas, fue el año pasado de 379. En detalle, treinta y seis
ciclistas, veintisiete conductores de scooters y ciento ochenta y
ocho de motos de mayor cilindrada; el resto, 138, eran peatones. Como
pueden observar se trata de usuarios que no cuentan con elementos de
defensa si caen o tienen encontronazos con automóviles o cualquier
otro tipo de vehículos. En el caso de los ciclistas, dicen los
técnicos porque ni siquiera usan el casco en ciudad. En cuanto a los
peatones, si tenemos en cuenta las causas que los determinan, nos
parece exageradísima la cifra, porque ciento treinta y ocho y casi
todas en ciudad no es justificable. Y más cuando sabemos que la
mayoría lo ha sido cuando cruzaban la calle y, eso sí, no siempre
por donde debían. Y es que los que van a pie comparten
mayoritariamente los mismos errores, como no poner atención sobre
los vehículos que concurren en la calzada o cuando no porque dedican
toda su atención al móvil y cruzan sin detenerse a mirar, situación
que podemos observar a nuestro alrededor y que aumenta con el paso de
los días.
En el
caso de los ciclomotores, todos sabemos el mal uso que generalmente
hacen los usuarios de este tipo de modelos de dos ruedas, desde estar
ocupados por dos personas sin estar autorizados para ello hasta
trucar su motor para conseguir mayor velocidad, sin dejar a un lado
no usar el casco habitualmente, circular sin las luces encendidas,
que es obligatorio de día y de noche para todos los vehículos de
dos ruedas, y menospreciar la circulación siempre que lo necesiten,
ya sea colocándose el primero a la salida del semáforo hasta subir
y bajar del acerado cuando les viene en gana. Lógicamente, que se
vean involucrados en un accidente es lo normal si tenemos en cuenta
que casi siempre circulan al límite y no suelen respetar la
señalización. Los usuarios de grandes motocicletas muestran ser
más consecuentes y responden con más rigurosidad a las normas de
tráfico, aunque el exceso de velocidad, los adelantamientos suicidas
que algunos ejecutan y los abusos que hacen de su vehículo les
llevan a veces a jugarse la vida durante el viaje. El año pasado,
con nada menos que ciento ochenta y ocho fallecidos en accidentes de
tráfico, nos parece un número excesivo. En 2012 fueron ciento
ochenta y seis, dos menos.
En
cuanto a las características de los accidentes de los ciclistas,
tomen nota porque nada menos que el sesenta y dos por ciento de los
fallecidos durante el año pasado llevaban el casco puesto, dato que
puede tener dos lecturas: que incluso usándolo la vida del ciclista
siempre está en peligro o que quizá debía revisarse a fondo la
actual discrepancia existente entre usuarios de estos vehículos y la
Administración. No obstante, vista la cifra de muertos Tráfico toma
por la calle de en medio y decide el uso obligatorio y no porque
trate de asegurar que las consecuencias que se deriven del accidente
resulten leves y sí de acallar las injustificadas reacciones de
colectivos y asociaciones que se muestran radicalmente en contra.
Quizá por eso su trabajo consista mayoritariamente en convencer a
estos usuarios a base de datos y estadísticas. Y todo porque cuando
se mezclan los intereses por la vida y los comerciales, lo de ponerse
de acuerdo sencillamente no será posible. El sí o el no del casco
en el ciclista depende directamente de la autoridad competente y será
ésta la que lo determine, guste o no guste entre este importante
colectivo. Lo deseable sería encontrar la fórmula que permitiera el
obligado equilibrio y desde éste obtener la mayoría que apoyara la
decisión final.