lunes, 3 de febrero de 2014

¿LO QUE QUEDA POR VENIR SERÁ AÚN PEOR?

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Si nos justamos estrictamente a lo que nos dice el antiguo refrán castellano, que asegura que, si superamos el mes de enero, haremos lo propio con el resto del año, podíamos asegurar que hemos entrado al nuevo mes en llano. Es más, podíamos añadir que nada de cuestas ni de pendientes pronunciadas que puedan frenar nuestras ansias de mejorar nuestro presente y futuro. Sin embargo, cuando se escribieron los refranes, las cosas no estaban como lo están ahora, complicadas y de difícil solución. El verdadero problema de la ciudadanía pasa inexcusablemente por la enquistada pupa de la falta de trabajo, que se ha convertido en una úlcera de enormes dimensiones y que por el momento los que trabajan por hallar la medicina que la cure, está claro que la dichosa fórmula mágica no está disponible, al menos no para quienes, al mismo tiempo, no han sabido reformular sus propias decisiones políticas y encauzarlas hacia las europeas que encabeza Ángela Merkel y que suponen una marcha atrás de gran calado social y no menos romper sus promesas de mantener sus decisiones a toda costa, ya que, entre otras, se confirma que los alemanes se podrán jubilar a los 63 años y que el sueldo social o mínimo se asegura y se incrementa significativamente. Es decir, todo lo contrario que decía antes del pacto y que le permite seguir gobernando Alemania y Europa.

Nosotros, que no entendemos de política ni además queremos, sí que percibimos nuevos escenarios en las decisiones europeas que permiten deducir que algo empieza a cambiar en la persistente y deleznable política que tanto daño ha hecho al conjunto del Viejo Continente y de manera muy especial a nuestro país. Nos viene como anillo al dedo lo que desde niños hemos escuchado decir a nuestros mayores sobre que hagáis lo que yo os diga y no lo que yo haga, que se le endilgaba a integrantes de la curia y que venía a significar que los esfuerzos, las penitencias y las carencias era cosa de los fieles y no de ellos. Y ahí estamos, observando cómo Alemania, que está claro decide las medidas económicas de nuestro país, cambia radicalmente sus decisiones y exigencias, suponemos que presionada por sus socios socialistas en el Gobierno, y se desdice de las políticas económicas y sociales que hasta ese momento aseguraba que eran la dichosa fórmula mágica.


Mientras, el Consejo de Europa, los de la “troika” o los conocidos también como los “hombres de negro”, siguen en lo suyo y no cesan de anunciar que países como el nuestro, aunque es evidente que ha mejorado sensiblemente sus cuentas y presenta resultados alentadores frente al déficit, necesita urgentemente nuevas medidas, y éstas las vuelve a centrar exclusivamente en el mundo del trabajo, precisamente el que más varapalos ha recibido desde el inicio de la crisis. Por lo tanto, todo indica que mienten los que desde los atriles anuncian sin ruborizarse que hemos tocado fondo y que a partir de ahora lo que haremos será prosperar. Y como está claro que de lo que se trata es de reducir los sueldos para que los empresarios ganen más, volveremos a ser los sufridores directos de las políticas que se implantarán en poco tiempo. Consecuentemente, si hasta ahora el trabajador ha asumido con cierta paciencia y no menos ilusión para que esta crisis acabe pronto, mucho nos tememos que dejará de ser así en cuanto se adopten decisiones que repercutirán directamente en su supervivencia. Quizá por eso el Gobierno esté a punto de aprobar en el Congreso de los Diputados, que para eso tiene mayoría absoluta, una Ley de Seguridad Ciudadana que nos hace recordar la falta de libertad de expresión y manifestación de los peores años de nuestra historia. A partir de su entrada en vigor, todo el que decida salir a manifestarse en la calle, a decir lo que piensa, a quejarse de lo que entiende injusto y de que siempre tenga que pagar la clase trabajadora los platos que rompen los poderosos, será denunciado primero y sancionado después con multas de hasta treinta mil euros. ¿Quién es el primero que da el paso?