martes, 4 de febrero de 2014

¿PARA QUÉ SIRVEN TANTOS CONGRESOS Y MÍTINES?

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Con ocasión del encuentro que ha tenido el Partido Popular en Valladolid, en el que y del que hemos obtenido sin duda grandilocuentes declaraciones y no menos interesantes decisiones de las que seguro nos beneficiaremos a corto plazo, nos vienen a la memoria opiniones de grandes filósofos y políticos que aseguran sin ningún género de dudas que no sirven de nada, que se trata sólo de una puesta en escena más o menos conseguida y de los que no deben esperarse grandes resultados. Naturalmente, dará igual que se trate de un congreso de los populares que de los socialistas o cualquier otra formación política. Y todo porque estos encuentros, a veces más multitudinarios en las calles que rodean el local en donde se desarrolla que en el interior, se hacen como en familia, es decir, que todos los asistentes forman parte de la misma nómina y todos por tanto tienen la misma opinión, y si no es así, ya sabe lo que le espera al díscolo militante. Lo de la disciplina de partido es aquí donde más se nota, donde los que hablan desde el atril se saben de memoria la lección y que el jefe es el jefe y todos los demás deben apoyar sin fisuras sus decisiones.

Y tres cuartos de lo mismo ocurre si de lo que se trata es de un mitin, porque como lo que parece interesa de verdad es que los medios de comunicación, sobre todo los visuales, obtengan una imagen del salón o la plaza de toros llena a rebosar, que se vean las banderas del partido por encima de las cientos de las cabezas de los asistentes y que el sonido confirme la unión de todos los que allí se encuentra, el resto no sirve de nada. Por lo tanto, si casi todos los asistentes son militantes o simpatizantes de las políticas del partido en cuestión, se trata simplemente de un acto que tiene como objetivo impactar en quienes luego vean las imágenes en los telediarios. Y más si sabemos que muchos de ellos y ellas se han desplazado en autobús comunitario pagado por la organización y han sido equipados por el propio partido con bocadillo y cerveza o refresco. Desde luego, aunque a nosotros nos parezca que sirven de bien poco, a los organizadores debe resultarles todo lo contrario y de ahí que, de alguna forma, con Valladolid se haya iniciado la cuenta atrás de las giras que harán todos los partidos políticos por la España votante para convencerla de que, para representarles en Europa, nadie mejor que ellos.

Mientras tanto, y esta es la razón de nuestra reflexión de hoy, ¿saben algo de lo que ocurre en la calle? ¿Se han preocupado antes de contactar con la ciudadanía para conocer de primera mano cuáles son sus necesidades y cuáles sus exigencias? Lo sencillo es que los profesionales de los gabinetes de comunicación desarrollen puestas en escena y discursos, que elijan a los que pueden o no hacer preguntas al líder, quiénes deben estar en primera fila y detrás de él, y qué medios son los autorizados a preguntarle. Lo complicado es controlar la calle y a las personas que andan con pancartas reclamando justicia para sus casos, que acaban recibiendo palos a diestro y siniestro precisamente de parte de quienes cobran sus nóminas gracias a ellas y ellos.


Y esto es lo que hay. Y dará igual el partido político de que se trate. Su único objetivo es el de mantenerse en lugares de privilegio, que para eso están pero que muy bien pagados y que las prebendas que conlleva el cargo son la gloria misma. Lo que el pueblo quiera de ellos, que lo encauce a través de las miles y miles de ventanillas oficiales que encontrarán en cualquier Administración, que para eso las colocaron ahí, para confundirlos, cansarlos y hacerles desistir. Y el que tenga opinión diferente a la nuestra, lo tiene sencillo: que lo haga saber.