Llegamos
un nuevo fin de semana y lo hacemos con los deberes por hacer. Nos
referimos que muchos de nosotros mantenemos los mismos vicios al
volante de nuestro vehículo y que precisamente por esa insistente
manía, nuestro expediente administrativo no está para presumir. En
realidad, los vicios no ocultos que padecen la mayoría de los
usuarios de vehículos a motor, sin importar tamaño, suelen
coincidir en lo básico, desde los habituales excesos a no respetar a
los demás. Evidentemente, peligrosas actitudes cuando las tomamos
con nuestro coche pasados los cien kilómetros por hora. De hecho, si
observan y analizan las causas de la mayoría de los accidentes verán
que la práctica totalidad se resume en la confianza excesiva con la
que solemos circular. Y precisamente en esto se basa la autoridad de
Tráfico, en que somos repetitivos hasta la saciedad y que sólo
respondemos a la sanción económica. Es entonces, aunque ciertamente
que no por mucho tiempo, cuando nos tomamos más en serio el uso de
nuestro vehículo. Si es verdad que los números cantan, el año
pasado cantaron a las mil maravillas, que para eso fallecieron en
accidentes de tráfico algunos cientos de usuarios menos.
Por
todo esto no deberíamos sorprendernos cuando la Dirección General
anuncia que está dispuesta a reducir la accidentalidad y más si
sabemos que para conseguirlo no parará ni cederá a la presión del
mercado. Así, a los nuevos radares que controlan con más fiabilidad
la velocidad a la que circulamos, a partir de marzo o primeros de
abril, una vez aprobadas las nuevas medidas por el Congreso de los
Diputados, se incorporarán algunas que no tienen otro objetivo que
limitarnos un poco más los movimientos, o los excesos, que es en
realidad de lo que se trata. A partir de entonces, lo de descuidarse
o excederse deberá pasar obligatoriamente por caja. No se trata sólo
de velocidad y sí de obligaciones, como es el caso de la ITV, que
parece que esta vez se han tomado en serio o con más coherencia y se
perseguirá a quienes no cumplan con esta obligación de someter al
veredicto de los técnicos el estado de su vehículo. Y como hace
años que estamos en tiempos en los que la electrónica nos ha
facilitado la vida en situaciones concretas, lo de controlar al
infractor es sumamente fácil y Tráfico no está dispuesto a dejar
pasar a este tipo de infractores, por peligrosos e insolidarios.
Entendemos
por tanto que cuanto antes nos pongamos en paz con nosotros mismos e
interpretemos el tráfico como en realidad es, mejor para todos,
especialmente para nuestro bolsillo, cada vez más castigado y cada
vez con menos recursos. La Dirección General de Tráfico quiere
controlar más y mejor al infractor convencido de que es el causante
de la mayoría de los accidentes, y para él o para ella ha preparado
una serie de normas que, una vea en vigor y unidas a las del año
pasado, que también fueron muy restrictivas, influirán
decisivamente en la mejora de la circulación. Y si a final de año
las cifras de la accidentalidad, que deberían de presentar un
significativo descenso de los fallecidos y heridos graves, no
responden a sus expectativas, no duden de que volverán a apretar el
grifo de las concesiones e introducirán las que crean pertinentes
para conseguirlo. Ese es el encargo del Gobierno y ese es su
objetivo. Y si para justificarse ante sus superiores es
imprescindible tomar decisiones impopulares por restrictivas y
costosas para el usuario, lo harán sin vacilar. O sea, que
seguiremos siendo no sólo su problema, sino su fuente de ingresos
atípicos, detalle que por sí mismo se ha convertido en fundamental
cuando de reinvertir se trata y no precisamente en donde tanto lo
necesita el conductor, es decir, en las carreteras y en todo lo
relacionado con la educación y la seguridad vial.