La
festividad de nuestra comunidad autónoma, que se celebra mañana,
viernes, nos obliga a adelantar nuestro habitual comentario de fin de
semana. Y lo haremos condicionados precisamente por el puente
vacacional que nos hemos encontrado a final de mes y que nos
devolverá a la realidad laboral el 3 de marzo. Con esto queremos
decirles que serán cientos, miles, los usuarios que tengan previsto
disfrutar estos días alejados de su entorno habitual y que para ello
será imprescindible el coche. Y ahí estamos nosotros, para darles
la matraca recordándoles sus obligaciones y el cuidado que deben
tener mientras dure el trayecto que hayan decidido recorrer. A veces
no caemos en la cuenta de que un simple descuido que llevamos
alargando en el tiempo, buscando una oportunidad para llevarlo al
taller para que nos lo revise un profesional, puede suponer un
descalabro si tenemos la mala fortuna de que deje de funcionar, de
que el detalle aparentemente insignificante se vuelva contra nosotros
y nos amargue el viaje. Un neumático que muestra signos de no estar
en condiciones, un aceite de motor que hace dos semanas nos avisaba
de que había cumplido, un grupo óptico que falla cuando menos te lo
esperas o unos amortiguadores que no están para muchos trotes, por
ejemplo, pueden causarnos una avería. Y es que cualquier elemento
que forma parte de nuestro vehículo puede decir aquello de que hasta
aquí hemos llegado y dejarnos tirados en la carretera a la espera de
que la compañía de seguros nos envíe la grúa que nos repatríe o
que nos sitúe a las puertas de un taller de guardia, que no crean
ustedes que es algo sencillo, por cierto, porque también las gentes
de la mecánica disfrutan del puente.
Solo
de pensarlo nos dan escalofríos. Eso de que debamos traspasar el
equipaje a otro vehículo, eso de que la familia deambule por la
carretera a la espera de que alguien les ayude, eso de que lleguemos
tarde a donde nos dirigíamos, y más si se trata de un hotel que ya
hemos pagado, eso de que se nos venga abajo la historia que habíamos
montado junto con la familia y que la única solución nos sitúe
ante el mecánico que nos repare el vehículo desde luego que no es
nada agradable. Y precisamente en todo esto nos basamos nosotros a la
hora de pergeñar los comentarios de fin de semana, en lo que nos
puede ocurrir, en que se trata de una situación ampliamente
compartida y que también nos puede pasar. Naturalmente, si usted
comparte parte de nuestras intenciones con respecto a la vigilancia o
el seguimiento que se debe hacer del vehículo que nos lleva y nos
trae a diario sin casi pedirnos nada a cambio que no sea las
atenciones que exige el fabricante, mejor que mejor, aunque debemos
ser consecuentes y reconocer que no siempre el hecho de estar encima
de él, de cuidarlo con mimo, supone una garantía añadida de que
nunca nos dará un disgusto.
Es
más, no será el primero ni el último que el día anterior al del
viaje, lo puso en manos de su mecánico de confianza con el fin de
que le cambiara lo que hiciera falta y que lo revisara a fondo, y
luego se quedó tirado en medio de un adelantamiento. Y todo porque
la revisión, efectivamente, se hizo a fondo, pero no se tuvo en
cuenta que la correa o cadena de la distribución había acumulado
demasiados kilómetros y que pedía a gritos un cambio.
Consecuencias: que en mitad de un adelantamiento a un camión dejó
de funcionar y que se las vio canutas para salir del atolladero
indemne. ¿Y quién es el culpable? La respuesta dependerá de
ustedes, porque no es fácil y no queremos dejar a nadie en mal
lugar. No obstante, si hubiera existido un cambio de opinión entre
el mecánico y el propietario, quizá esa situación se pudiera haber
evitado. Pero solo quizás.