El
largo fin de semana que hemos compartido con amigos y familia nos ha
servido de bien poco. La meteorología adversa, que suele aparecer
justo cuando mejor nos vendría, ha participado activamente en que no
disfrutásemos como nos merecemos de descanso tan esperado. Así las
cosas, que cómo nos ha ido, pues ya saben: hemos tenido de todo,
aunque muy especialmente en lo relacionado con el devenir político
de nuestro país. Y es que hemos llegado al fin de semana
confeccionando el paquete que nos han dejado las mujeres y los
hombres de la política una vez se han despachado a gusto en el
Congreso de los Diputados sobre el estado de la nación, un encuentro
anual que hacen entre ellos y que, cuando finaliza, diríamos que
estamos peor que cuando lo iniciaron. Sobre todo mientras estuvieron
andando por las nubes, relatándonos una situación que para nada se
parece a lo que realmente padecemos, y recordándonos cómo estábamos
hace unos años y cómo ahora, que nosotros hemos buscado algo en lo
que comparar y sinceramente no hemos hallado nada, no al menos no con
respecto a que estemos mejor o a punto de estarlo.
Y
esta vez, que conste, ni siquiera nos hemos aproximado al tema con
interés de llevarle la contraria a nadie. En realidad sí que nos
decidimos desde el primer instante a escuchar y a aprender, pero no
nos fue posible coger hilo. Quizá porque el mensaje de los
implicados en el debate no fue del todo fluido o porque no fuimos
capaces de entenderlo, que todo puede ser. Nos relajamos una vez
hemos comprobado que no ha sido solo en nosotros y sí en buena parte
de la población, que ha tenido oportunidad de así expresarlo en una
encuesta exprés que realizaron cuando finalizó el debate, y una
gran mayoría ha sido sincera y ha afirmado que no se había enterado
de nada; la otra restante, es que no ha querido ni escucharlo. Sus
razones tendrán, por supuesto, pero sería bueno recordar aquí y
ahora que estos señores y señoras que tan mal nos caen a casi
todos, cuando se implican en los debates siendo conscientes de ser
observados por la ciudadanía, se comportan radicalmente distintos a
como lo hacen cuando nadie les ve, es decir, que una cosa es lo que
dicen que van a realizar y otra diferente es lo que en realidad
hacen.
Sin
embargo, este tipo de encuentros en la cuarta o quinta fase son
siempre interesantes y sería bueno que les prestáramos más
atención. Es más, frotándose las manos deben estar cuando hayan
escuchado el resultado de la encuesta a la que antes nos referíamos,
porque eso de que una buena parte de la ciudadanía haya preferido no
asistir a través de la televisión a sus respectivas actuaciones les
sirve para seguir sin hacer nada o lo menos posible para arreglarnos
la situación que ellos mismos han propiciado, primero, y luego
consolidado. Se equivocan los que aseguran que de política no
quieren saber nada, porque todos son unos tales o cuales y que lo
mejor es no hacerles caso; y se equivocan porque lo queramos o no
formamos parte de la política local, provincial, autonómica y
nacional. De ser así no estaríamos autorizados luego para criticar
lo que hacen y deshacen, pero de eso sí que sabemos y a eso siempre
nos prestamos. La crítica nos gusta y nos distrae, cuando no nos
sirve como un infalible relajante. Pero no sirve de nada que no sea
quedar bien o mal entre las amistades con las que solemos comentar
la situación. Deberíamos ir más lejos, aproximarnos allí donde se
decide por nosotros sin previamente consultarnos y avisar a nuestros
gestores de que estamos a su lado para controlarles y para que sus
decisiones no acaben dañando nuestros intereses. De la forma en la
que actuamos ahora, y más si el partido en cuestión ha conseguido
mayoría absoluta o suficiente, hará y deshará lo que mejor le
venga a sus interés, y les recordamos que éstos casi siempre son
económicos.