miércoles, 26 de febrero de 2014

EL ESFUERZO DE LOS TRABAJADORES HACEN RICOS A SUS EMPLEADORES

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Seguro que recuerdan ustedes el gravísimo accidente que se produjo en una ciudad hindú, concretamente en Bangladesh, hace más o menos un año y en el que fallecieron casi mil doscientas personas. Fue alrededor de esta terrible noticia donde conocimos de la existencia de centros de trabajo en los que éste se desarrollaba en condiciones pésimas para los empleados, con horarios de trabajo interminables y sueldos de miseria. De hecho, casi cinco mil personas trabajaban en el edificio que se hundió y que ocasionó las muertes que les decimos. Su trabajo consistía entonces en la fabricación de prendas de vestir para grandes marcas mundiales, que buscaban y buscan en esos países trabajadores capaces de soportar horarios carcelarios a cambio de poquísimo dinero, aunque lo que mejor define su situación es la que asegura que trabajaban por la comida. De entre las empresas que nos encontramos entre sus clientes más importantes, algunas multinacionales extranjeras y tres de las más importantes de nuestro país: El Corte Inglés, Inditex (propietaria de firmas como Zara y cuyo presidente o dueño posee una fortuna que, en principio, lo hace el hombre más rico de España y el tercero o cuarto del mundo) y Mango.

Ahora parece que el panorama de las empresas que trabajan para el mercado de la ropa en países como la India, lo hacen bajo condiciones claramente mejoradas para los empleados gracias al trabajo conjunto que desarrollan en estos momentos organizaciones no gubernamentales, que por el momento han conseguido la aportación de dinero para pagar las indemnizaciones. La cantidad que parece han reunido entre las tres españolas alcanza los treinta millones de euros, aunque el dinero que en realidad necesitan es de cincuenta millones. Se trata de un primer paso que supone un reconocimiento explícito de los errores que estas empresas han cometido al no preguntarse, por ejemplo, en qué condiciones hacían su trabajo estas personas, teniendo en cuenta los sueldos que debían abonarles sus empleadores y el bajísimo coste que para ellos resultaba. Es ahora cuando quizás hayamos entendido de verdad el por qué de los inmensos beneficios de estas empresas, con tiendas en todo el mundo algunas de ellas y con márgenes comerciales de vértigo.

Lo que no hemos podido saber ni creemos que conoceremos nunca, es si los Estados en los que se implantan estos talleres casi clandestinos conocen las condiciones laborales de sus conciudadanos, porque de ser así, desde luego que son tan merecedores de condena como quienes les llevan tarea a cambio de limosna. Las imágenes que pudimos ver los días que siguieron al suceso, con un edificio de cinco pisos que se había venido abajo con casi cinco mil personas en el interior, nos sirvieron para devolvernos a la realidad y comprobar la facilidad con la que los especuladores se mueven por el mundo, sin ataduras legales y sin conciencia, porque lo evidente es que esos trabajadores vivían bajo presión y en unas condiciones laborales pésimas. Y luego estamos nosotros, los que finalmente adquirimos los diseños que desarrollan estas firmas y que se apoyan en grandes campañas de publicidad, que tampoco tenemos muchos escrúpulos que digamos y no solemos hacer precisamente ascos a ropa que deberíamos saber proviene de talleres de costura en donde quienes las acaban no ganan más de cinco euros al mes.

No debía extrañarnos, sin embargo, que sucedan estos tristes acontecimientos y que todo siga igual, como si nada tuviera que ver con nosotros, porque desde muy pequeños aprendimos que trabajando honradamente es imposible hacerse rico, y más cuando las fortunas que conocemos de estos empresarios alcanzan cifras astronómicas.