Seguro
que recuerdan ustedes el gravísimo accidente que se produjo en una
ciudad hindú, concretamente en Bangladesh, hace más o menos un año
y en el que fallecieron casi mil doscientas personas. Fue alrededor
de esta terrible noticia donde conocimos de la existencia de centros
de trabajo en los que éste se desarrollaba en condiciones pésimas
para los empleados, con horarios de trabajo interminables y sueldos
de miseria. De hecho, casi cinco mil personas trabajaban en el
edificio que se hundió y que ocasionó las muertes que les decimos.
Su trabajo consistía entonces en la fabricación de prendas de
vestir para grandes marcas mundiales, que buscaban y buscan en esos
países trabajadores capaces de soportar horarios carcelarios a
cambio de poquísimo dinero, aunque lo que mejor define su situación
es la que asegura que trabajaban por la comida. De entre las empresas
que nos encontramos entre sus clientes más importantes, algunas
multinacionales extranjeras y tres de las más importantes de nuestro
país: El Corte Inglés, Inditex (propietaria de firmas como Zara y
cuyo presidente o dueño posee una fortuna que, en principio, lo hace
el hombre más rico de España y el tercero o cuarto del mundo) y
Mango.
Ahora
parece que el panorama de las empresas que trabajan para el mercado
de la ropa en países como la India, lo hacen bajo condiciones
claramente mejoradas para los empleados gracias al trabajo conjunto
que desarrollan en estos momentos organizaciones no gubernamentales,
que por el momento han conseguido la aportación de dinero para pagar
las indemnizaciones. La cantidad que parece han reunido entre las
tres españolas alcanza los treinta millones de euros, aunque el
dinero que en realidad necesitan es de cincuenta millones. Se trata
de un primer paso que supone un reconocimiento explícito de los
errores que estas empresas han cometido al no preguntarse, por
ejemplo, en qué condiciones hacían su trabajo estas personas,
teniendo en cuenta los sueldos que debían abonarles sus empleadores
y el bajísimo coste que para ellos resultaba. Es ahora cuando quizás
hayamos entendido de verdad el por qué de los inmensos beneficios de
estas empresas, con tiendas en todo el mundo algunas de ellas y con
márgenes comerciales de vértigo.
Lo
que no hemos podido saber ni creemos que conoceremos nunca, es si los
Estados en los que se implantan estos talleres casi clandestinos
conocen las condiciones laborales de sus conciudadanos, porque de ser
así, desde luego que son tan merecedores de condena como quienes les
llevan tarea a cambio de limosna. Las imágenes que pudimos ver los
días que siguieron al suceso, con un edificio de cinco pisos que se
había venido abajo con casi cinco mil personas en el interior, nos
sirvieron para devolvernos a la realidad y comprobar la facilidad con
la que los especuladores se mueven por el mundo, sin ataduras legales
y sin conciencia, porque lo evidente es que esos trabajadores vivían
bajo presión y en unas condiciones laborales pésimas. Y luego
estamos nosotros, los que finalmente adquirimos los diseños que
desarrollan estas firmas y que se apoyan en grandes campañas de
publicidad, que tampoco tenemos muchos escrúpulos que digamos y no
solemos hacer precisamente ascos a ropa que deberíamos saber
proviene de talleres de costura en donde quienes las acaban no ganan
más de cinco euros al mes.
No
debía extrañarnos, sin embargo, que sucedan estos tristes
acontecimientos y que todo siga igual, como si nada tuviera que ver
con nosotros, porque desde muy pequeños aprendimos que trabajando
honradamente es imposible hacerse rico, y más cuando las fortunas
que conocemos de estos empresarios alcanzan cifras astronómicas.