martes, 25 de febrero de 2014

¿SERÁ VERDAD QUE LA SITUACIÓN DE NUESTRO PAÍS VA A MEJOR?

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Los tiempos en los que las buenas noticias deben llegar sí o sí a la población han comenzado a escucharse. Ahora lo que se oye es que hemos acabado con la recesión y que se inicia el camino de la recuperación económica. De hecho, algunas agencias mundiales dedicadas al control de la economía de los Estados se han pronunciado a favor de la nuestra, asegurando que marcha viento en popa. Y eso está bien, porque lo queramos o no estamos convencidos de que de algo debe servir eso de que te machaquen a mensajes cargados de optimismo en momentos tan excepcionales como los que vivimos. Es más, ya se anuncia la reducción de impuestos para las personas físicas y para las pequeñas empresas, que tampoco crean ustedes que no anima. Eso sí, llegan con un año de retraso, ya que éstas debían haberse aplicado en enero de este año, tal y como se nos dijo en su día. Suponemos que una cosa son los deseos y otra claramente diferente la realidad del mercado en el que nos desenvolvemos. Claro que nadie se esperaba, por ejemplo, que a los autónomos le subieran un veinticinco por ciento la cuota mensual, y así lo han hecho. Son las cosas de la política, que lo normal es que no contenten a nadie.

Lo dijimos ayer y hoy volvemos a echar mano de que la proximidad de las elecciones influye en el cambio de orientación, de color y de intención de los mensajes institucionales. Incluso la vestimenta de nuestros representantes políticos con mando en plaza parece haber cambiado, como si sus asesores le hubieran aconsejado que las buenas noticias deben compartirse no sólo con buena cara, sino con ropa más vistosa y de colores claros. Y como en política se debe aprovechar todo, ahí les tienen ustedes, simpáticos y con vestimenta primaveral dispuestos a compartir lo que ellos entienden que son las buenas noticias. Los más realistas, no obstante, asumen que lo de las cifras macroeconómicas es algo que ni conocen ni les sirve de nada, porque lo que de verdad interesa al ciudadano, que ése sí que ni siquiera les entiende cuando se lo cuentan, es si su economía cambiará pronto a favor de un momento radicalmente diferente y del que depende el futuro de su familia. Lo demás son cantos de sirena que sí, que seguro que son buenos y que el país va a mejor, pero que a ellos les suena a chino. Y se comprende su incredulidad.


Con todo, no estaría de más que la cosa no se quedara en anuncios más o menos entusiasmados y pasaran directamente a compartir con carácter retroactivo todo lo que en su día nos quitaron: trabajo, ilusión, educación y sanidad gratuitas, libertad de expresión, ayuda a la dependencia, convocatorias mil de parte de las Administraciones, anular los desahucios y ayudar a las familias que no tienen ni para comer… Se podría hacer tanto bien a una sociedad que todo lo espera de la clase política, que no acabamos de creernos que entre ellas y ellos no sean capaces de interpretar con acierto lo que la calle quiere. De no ser así y además pronto, todos sus esfuerzos, que sabemos no han sido pocos, serán rechazados en las urnas, que es donde de verdad nos vemos las caras. Debían hacer un esfuerzo abriendo la mano como lo han venido haciendo con las otras clases sociales, esas que lo tienen todo y que de esta crisis también han sabido sacar provecho. Quizás cuando sus ansias de acapararlo todo se calmen, y solo quizás, veamos algo de luz en nuestro futuro. Aunque a estas alturas lo mejor sería decir que si al menos lo ven nuestros descendientes, lo daríamos por bueno, porque por ahora ni a eso podemos aspirar.