No se
trata de asustar a nadie ni de evocar terribles episodios vividos no
hace tanto en nuestra ciudad, pero sí de poner el ojo en donde nos
interesa y para eso sólo es imprescindible asomarse al puente o a
sus laterales para comprobar que el Guadalquivir presenta un aspecto
que no hace predecir nada bueno. De hecho, si sigue el temporal y los
pantanos de cabecera se ven obligados a seguir desembalsando agua,
nos tememos lo peor. Y lo peor no es otra cosa que se vuelvan a
anegar las tierras laterales al cauce del río, como es el caso de La
Isla, La Ropera o El sotillo, además de Marmolejo y todo lo que
tiene por delante. Esto es así y no sirven posiciones políticas que
intenten suavizar lo que es evidente: el peligro del río ha vuelto a
mostrarnos su peor cara y anuncia peligro inminente. Y tampoco ahora
las correcciones que se vienen anunciando desde hace años y que
siguen siendo utópicas por arte y desastre de la clase política
responsable del río y sus avenidas, nos sirven de nada.
Será
ahora cuando, una vez más, parte de la ciudadanía se preguntará el
desarrollo de la maqueta que, anunciada por el señor Lillo, a la
sazón subdelegado del Gobierno en nuestra provincia, se suponía que
sería la panacea de todos nuestros males, ya que, según sus propias
palabras, la conoceríamos al mismo tiempo que las conclusiones y las
soluciones que evitarían las consecuencias que hasta ahora mismo
devienen de tanta dejación administrativa. Eso es: ¿dónde o cómo
está la maqueta que se encargó hace ahora dos años? Es verdad que
el subdelegado nos dijo hace seis meses que se habían presentado
problemas en la ejecución, pero nada importantes y que la
conoceríamos muy pronto. Aquí el problema reside, por tanto, en lo
que cada uno entiende como poco tiempo, que para eso somos dueños de
nuestras valoraciones y nadie nos va a obligar a matizar si dentro de
poco es un mes o seis. Dicho esto, mucho nos tememos que lo de la
dichosa maqueta fue un disparate verbal expuesto a consideración que
sólo tenía la finalidad de ralentizar el tema y poco más. Y es que
invertir miles de euros en razonar lo que a todas luces es lo que es,
nos parece un despilfarro inútil. Ahora, como coartada y paredón en
donde se frenan las críticas, desde luego que no conocemos nada
mejor.
Lo
extraño e injusto de todo esto es que en poder de todas las
Administraciones, autonómicas y centrales, ha estado el asunto del
río Guadalquivir y de todas ha salido escaldado y por pies. Ninguna
de ellas, ni cuando eran responsabilidad del PSOE ni cuando hacía y
deshacía el Partido Popular, ha querido acabar con nuestro problema.
Cierto que en tiempos de Aznar, cuando Luis de Torres representaba a
los populares en la provincia, vino dinero para eliminar los males
que hacían que el río se saliera del cauce, pero sólo sirvió para
confirmar que el asunto era mucho más grave de lo que los técnicos
nos dijeron. En tiempos de PSOE se hizo una inversión que por el
momento mantiene el nivel encajado en los laterales de la mota que se
le construyó para que no nos diera más disgustos. Ahora, de nuevo
los populares controlan las aguas y son ellos y sus políticas las
que deberían eliminar cuanto antes un problema que lleva años
dañando el término y llevándose por delante las propiedades de los
afectados sin que, como deberían, reciban lo que les corresponde de
los sucesivos desastres.