Con
las europeas a unos meses vistas y las municipales, autonómicas y
generales a menos de dos años, los partidos políticos han encendido
definitivamente la mecha que les llevarán, o al menos ese es su
deseo, a ganar por goleada al resto de sus oponentes. Para que todo
salga bien y a pedir de boca para los más votados, las máquinas
electorales se han puesto en marcha luego de ser engrasadas con
interés y cuidado para que no derrapen ni se vengan abajo al final
de la campaña. Eso quiere decir que el dinero ha comenzado a fluir,
que a partir de ahora se inciarán los actos en forma de tumultuosos
mítines y congresos con poco invitados con un único objetivo, y
éste no es otro que el de salir al menos airosos, que para como
están los tiempos de convulsos tampoco será un mal resultado, y
acabar bien situados. Consejeros, asesores, personal de confianza del
candidato, directores de comunicación y de campaña hace semanas que
vienen demostrando que, con tiempo, una caña y paciencia, se puede
seguir soñando.
Enfrente
está el electorado y es al que se debe convencer. Para ello se irán
distribuyendo tupidos velos capaces de escamotear las fechorías de
los propios candidatos o de los compañeros de su partido,
especialmente los asuntos de corrupción, que emergen como setas en
otoño y lluvias en abril. Así, no tardarán en intentar
convencernos de que lo que no esté juzgado merece el beneficio de la
inocencia; eso sí, sólo los casos que les salpiquen a ellos, porque
los de los otros, por supuesto, no merecen nada más que nuestro
rechazo. Los partidos políticos, que disponen de dinero público
casi a manos llenas, que además reciben de organizaciones y
empresas que legítimamente así lo quieren, porque la Ley lo
permite, es ahora cuando más invierten en sí mismos, es decir, en
volver a ganar todos los votos que se les pongan por delante para
mantener su privilegiada posición y recuperar el dinero dispuesto
para la campaña. Aunque existen honradas excepciones y por ello no
debemos generalizar, sobre la clase política descansa desde hace
unos años el odio y el rencor de quienes se ven arruinados sin
conocer las causas con certeza y con ínfimas posibilidades de
recuperarse. Eso quiere decir que, además de no estar equivocados,
ellas y ellos son su objetivo y se volcarán en su desprestigio
personal y político con todas sus fuerzas. Y no tendrán que hacer
mucho esfuerzo, desde luego, porque a la vista está que han sido
ellos solitos los que se han cubierto de porquería hasta las cejas.
Lo
que aún no hemos percibido son las intenciones elegidas para llegar
al electorado con algo de esperanza, porque parece que
intencionadamente se olvida que la ciudadanía está realmente
cabreada y la confianza que hasta ahora había depositado en parte de
la clase política y en sus líderes sencillamente se ha marchado con
viento fresco. Será muy difícil convencerles de que esta vez sí
que cumplirán sus respectivos programas, que ahora sí que les
sacarán de la ruina en la que ellos mismos les han metido, que es el
momento de cambiar las cosas y que ellos y ellas son imprescindibles
para dar un giro de ciento ochenta grados a las políticas
antisociales de los últimos años. Por otro lado, deberán buscarse
frases cortas y convincentes para que el votante se olvide de lo que
alevosamente le están haciendo, con una hipoteca que se lo lleva
todo, con un empleo precario y con el resto de la familia sin
trabajo. La estrategia de la ilusión que hasta ahora les ha
funcionado, estamos convencidos de que esta vez tendrán que sacar
más conejos de la chistera si quieren que les escuchen.
Lo
que desde siempre se ha conocido como el fantasma de la abstención,
atención, ha dado un gran paso adelante y se ha convertido en el
protagonista obligado de las próximas citas electorales. En las
oficinas electorales se sabe de su existencia y se temen lo peor,
porque los estudios que se vienen haciendo sobre este asunto no
anuncian precisamente tendencia que no sea la marcada hasta ahora, es
decir, que el aumento de la abstención, o el de votar en blanco, se
ha consolidado entre la ciudadanía, y espera ansiosa que llegue el
día “D” para demostrárselo a todo aquel que aún lo duda.