jueves, 6 de febrero de 2014

LOS PREFERENTISTAS EMPIEZAN A VER LA LUZ

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Todo lo relacionado con lo que conocemos como el escándalo de las preferentes, que recuerden han saqueado los ahorros de miles de españoles sin posibilidad de recuperarlos, al menos no sin esfuerzo, mantiene su interés informativo luego de que hayan transcurrido casi cinco años desde que fueron conocidas las verdaderas intenciones de las entidades que las comercializaban. Los números que nos sirven como referencia están por encima de los setecientos mil ahorradores, porque de ninguna de las maneras aceptaremos la definición de inversores que también se les suele dar porque en ningún caso lo fueron, entre otras razones porque ninguno tenía idea siquiera de lo que se trataba. Solo que el empleado de su banco o caja de ahorros, el de siempre, o el director de la sucursal en la que tenían depositados los ahorros de toda su vida, les indicó que se trataba de una decisión rentable lo de apoyar las preferentes, porque devengarían grandes beneficios y con la seguridad de que, cuando quisieran, los podían sacar. Naturalmente, con estas perspectivas y viniendo de quien venía el consejo, se comprende, y parece que por fin algunos jueces han decidido investigar la verdad de todo este turbio asunto, que huele a gran estafa desde lejos, que los clientes de estas entidades decidieran depositar en ellas, en las preferentes, todo su dinero.

Los datos son apabullantes. Tomen nota: la cifra total de negocio o de dinero colocado entre clientes no inversores supera los doce mil millones de euros; setecientas diez mil son las personas afectadas, y, si se suman la totalidad de los productos tóxicos que han estado en el mercado hasta 2011, son más de tres millones. ¿Y en qué momento se encuentra esta estafa? El Banco de España dio a conocer unas cifras en relación con estas acciones y decía que, hasta finales de 2013, unas ciento cuarenta mil personas de un total de más de cuatrocientas veinte mil que invirtieron en las preferentes, habían conseguido recuperar la totalidad de su inversión. Y todo, dicen, gracias a los arbitrajes que plantearon algunas de las entidades bancarias, lo que viene a significar que una tercera parte del total logró que le devolvieran la cantidad invertida. Sin embargo, trescientas mil personas no han conseguido solución a su demanda y están a la espera de que alguien les atienda y entienda. Afortunadamente, en medio de tanto desaliento y manifestaciones callejeras, hemos conocido que el mes pasado un juzgado de Madrid dictó una sentencia que obliga al banco emisor a devolver casi tres millones de euros a los clientes a los que les vendieron la moto en forma de preferentes. Por el momento, esta condena es de las más importantes en cuantía de todas las que hemos conocido.

La práctica totalidad de las sentencias emitidas hasta ahora por los tribunales de justicia resuelven a favor de los clientes, lo que da alas a los miles que aún quedan por resolver su problema. De hecho, de acuerdo con los datos que nos proporciona la asociación que gestiona estos juicios, ante Bankia se han presentado nada menos que ocho mil demandas, a las que debemos sumar las dos mil de Novagalicia y las mil de Cataluña Caixa, y las que son responsabilidad de Liberbank o Ceiss. Aunque muchas de las sentencias que están pendientes aún no han sido resueltas y esperan el final del proceso, entre los afectados existe el convencimiento de que saldrán airosos de este desagradable asunto. Si detallamos las entidades en las que se producen casi a diario soluciones a esta problemática, encontramos que Bankia ha pagado a más de setenta mil personas el dinero invertido; el total que lo solicitó supera las ciento ochenta mil. De Novagalicia han recobrado su dinero casi cuarenta mil clientes de un total de unas setenta y cinco mil personas.

Las palabras más repetidas en todos los casos conocidos vienen a confirmar que estas personas confiaron sin temor en su banco de toda la vida y que luego los ha dejado tirados. Se sienten timados. Y más cuando les obligan a someterse al arbitraje, del que el cliente siempre sale perdiendo.