Luego
de comprobar los abusos que solemos hacer al volante de nuestro
coche, que observamos a diario, en cualquier vía y conduciendo
cualquier tipo de vehículo, incluida la bicicleta, la conclusión a
la que llegamos es que alguien divino nos protege del accidente.
Concretamente, el uso del móvil es lo más compartido que vemos
entre los usuarios, como si estuvieran convencidos o fueran
desconocedores de que su utilización no implica sanción económica
y la retirada de puntos; como si lo de conducir y hablar por teléfono
o mandar un mensaje o leerlo, no conlleva añadido un altísimo
peligro de choque, alcance o atropello a personas. Es tan compartido
este peligroso fenómeno social, que nos planteamos seriamente cómo
nos las apañábamos antes para estar en permanente contacto con el
resto del mundo. Parece como si el móvil fuera un apéndice más de
nuestro cuerpo y no pudiéramos prescindir de él ni un solo minuto,
como que sin el móvil no fuésemos nada. Pero nos equivocamos y
mucho, ya que, lo crean o no, desde que se echa mano del teléfono y
se mantiene una conversación, la conducción deja de ser prioritaria
y pasa a un segundo plano, con lo que sería normal que cayéramos en
una de las mil y una trampas que la circulación nos prepara a
diario.
Por
el momento, y como cifra de referencia ligada a la accidentalidad que
anualmente controla Tráfico, el número de accidentes por
distracciones sigue aumentando imparablemente. Y es evidente que el
móvil es un elemento perturbador de la dedicación del conductor a
su tarea cuando el vehículo está en marcha. Precisamente por lo que
les contamos, Tráfico no tardó en estudiar a fondo esta situación
y llegar pronto a la conclusión de que, como en el caso del alcohol
y las drogas, son incompatibles. De hecho, cientos son las personas
que han muerto por esta causa, tanto las que lo usaban como las que
lo fueron a causa de atropellos o accidentes con otros vehículos.
Pero no crean ustedes que es tan sencillo convencer a los
recalcitrantes de que no es posible hacer compatible el teléfono con
la conducción, porque no faltan los que menosprecian el dictamen de
la Dirección General alegando que en realidad de lo que se trata es
de recaudar.
Pues
bien: sepan que no tardarán en ser controlados los usuarios que
tienen por costumbre mantener esta peligrosa decisión por medio de
un sistema muy sofisticado que se le incorporará a los actuales
radares de velocidad, tanto móviles como fijos, y que detectarán al
infractor, con lo que es muy probable que no sólo les llegue la
denuncia por exceso de velocidad, sino que puede ir acompañada de la
del teléfono, o sea, dos por una y no precisamente por el mismo
precio. Lo que debemos aceptar es que la autoridad competente está
decidida a acabar con este abuso y que no parará hasta que lo
consiga, cueste lo que cueste y lo pague quien lo pague. Y es que
cuando mostramos actitud tan absurda y peligrosa, que alguien se
preocupe de recordarnos nuestro papel y nos obligue a usar el
cinturón de seguridad o que no usemos el teléfono en marcha, es lo
menos que puede hacer para evitarnos un accidente. Agradecerlo parece
lo más adecuado ante tanta osadía que vemos a diario.
En
ciudad, porque los recorridos siempre son cortos en el tiempo; en
carretera, porque podemos usar de cualquiera de las estaciones de
servicio que nos encontremos en el camino. Por lo tanto, existe la
posibilidad de contactar con quien nos llame mientras conducimos;
otra cosa es que no queramos, que parece la decisión más elegida
entre los usuarios. Allá cada cual. Pero el peligro que genera una
llamada cuando nos entra en el móvil y estamos conduciendo es
enorme, y evitarla es una actitud inteligente.