Eso
de ser los últimos en casi todo, especialmente en lo que tiene
ligazón con el empleo y los servicios, es algo que en esta tierra
llevamos con cierta holgura, como con gusto, o al menos es lo que
parece. Nuestra comunidad, para seguir siendo diferente del resto del
mundo, viene a ser un año más la autonomía que más parados ha
registrado, detalle que aporta aún más luz a lo que decíamos ayer
sobre qué trabajo desarrollan nuestros representantes en pro de una
mejor calidad de vida de todos nosotros. Casi trescientos cincuenta
mil desempleados a lo largo del año pasado confirman lo que les
decimos, que si los comparamos con los controlados en comunidades
como Cantabria, Castilla-La Mancha o Asturias, por ejemplo, nos
mantenemos en todo lo alto de la lista de éxitos que se
responsabiliza de conocer el número de personas que no encuentran
empleo en su propia tierra. Naturalmente, se trata de miles de
tragedias familiares y de otros tantos sueños rotos, porque no es
posible desligar al desempleado de poder continuar con su vida y la
de su familia, y que en ningún caso deberíamos de tratar como
simples integrantes de una estadística y sí como conciudadanos que
han sido tocados por una crisis que ellos y ellas, y esto debemos
tenerlo siempre muy presente, no han movido un solo dedo para
crearla.
Y
menos mal que, como viene ocurriendo desde hace unos años, existen
zonas de nuestro país a las que se puede acceder en busca de empleo
sin más dificultad que el desarraigo familiar que supone la salida
de uno de sus miembros en busca de una subsistencia digna que,
además, le permita mantener la que queda esperándole. Es el caso de
Baleares, que es la primera de la lista en cuanto al menor número de
personas sin trabajo. De entre las que también ofrecen resultados
muy positivos, queremos destacar Extremadura, que aportó el año
pasado a las listas del INEM casi noventa y seis mil desempleados. Y
es que nos ha llamado la atención el hecho de que una comunidad
autónoma que ancestralmente ha crecido en negativo, dé a conocer
estos números, sobre todo si los comparamos con los nuestros, que
recuerden son de aproximadamente trescientos cincuenta mil. Seguro
que tiene una explicación razonada que aclararía el por qué de
esta inmensa diferencia, pero mientras tanto nos inclinamos a pensar
que no siempre las políticas que se desarrollan son las adecuadas y
que lo mejor es que los nuestros se hagan revisar qué hacen por
cambiar el rumbo de Andalucía, que por cierto es el mismo de
siempre, es decir, que mientras a unos no les falta de nada, a otros
sencillamente nos les llegan ni las migajas.
Y
eso que siempre nos están hablando de políticas sociales, de que
todo es de todos y de que no tardaremos en salir del atolladero en el
que nos han metido. Consecuentemente, si acabamos por convencernos de
una vez y para siempre que se trata de palabras, de sólo palabras,
quizá entendamos algo del tejemaneje que en nuestro nombre e incluso
con el voto de miles de personas, hacen y deshacen lo que mejor les
va a ellos. Por el momento, lo cotejado y contrastado es que el
número de parados a lo largo del año pasado es por sí mismo
insoportable y desde luego que injusto para el que lo padece; ahora
de lo que se trata es de que esas políticas sociales a las que tanto
hacen referencia en sus discursos lleguen pronto y acompañadas de
otras políticas ligadas no tanto a la limosna como a la creación de
puestos de trabajo, que son los únicos que pueden dignificar a estas
personas y los que les darían ánimo y motivación suficientes para
salir adelante. Todo lo demás, señores y señores, no sirve de
nada. Pero de nada.