Aunque
se trata de una característica que forma parte inseparable de
nosotros, tenemos la obligación de pregonar a los cuatro vientos la
coherencia que nuestra ciudad muestra en situaciones tan extremas
como la que vivimos, con una crisis que ha dejado tirados a miles de
los nuestros, a las que ha hundido en la miseria y sobre las que ha
caído un peso descomunal del que tardarán años en reponerse, si es
que alguna vez lo consiguen. Pero Andújar siempre ha estado ahí y
no siempre ha necesitado que alguien se lo recuerde, porque ha
respondido generosamente a la necesidad de los demás en cuanto ha
conocido el problema. Y es bueno que lo digamos, que lo pregonemos a
los cuatro vientos, que nos desprendamos del injusto sello de
insolidarios que nos han adjudicado y que para nada se ajusta a la
realidad. Asociaciones de todo corte, partidos políticos, clubes
deportivos de todas las disciplinas, familias no precisamente
pudientes, personas anónimas por miles, empresas, comercios y gente
corriente han sabido entender el momento y, al mismo tiempo, unir sus
esfuerzos en minimizar las consecuencias que desgraciadamente se
derivan de situación tan penosa.
Por
esto entendemos que es bueno que en la calle se sepa que la
generosidad de nuestras gentes no ha caído en saco roto, que
queremos hacerla llegar hasta donde sea necesario para contarles a
quienes nos escuchen que la ciudad que nos acoge ha sido capaz hasta
el momento de paliar enormes deficiencias familiares que de otro modo
hubieran dañado significativamente su futuro. Y lo hacemos así
porque no conocemos otra mejor que permita compartir lo que
entendemos como buena nueva, quizá por desconocimiento de nosotros
mismos y de nuestra capacidad para saber estar al lado de los más
necesitados. De acuerdo en que no habremos sido únicos, que otras
ciudades habrán hecho lo propio, que seguro que en otros lugares
habrán sido incluso más contundentes en sus actuaciones, pero en
pocos casos se habrá dado como entre nosotros, es decir, manteniendo
las ayudas en el tiempo y sin necesidad de que nadie se las recuerde.
Y lo
hemos aprendido saliendo a la calle, acercándonos allí donde las
necesidades se controlan y donde las ayudas llegan directas: a las
puertas de los supermercados, en los campos de deportes, en las
pruebas ciclistas, en las fiestas de final de curso… Hemos sabido
aprovechar cualquier encuentro para, al mismo tiempo, apoyar las
peticiones de ayuda que nos llegaban desde las organizaciones que se
encargan de ello. Cientos habrán sido los carros de comida que hemos
llenado entre todos y miles los agradecimientos que hemos conseguido.
Estamos convencidos que nunca como en estos tiempos hemos sido
capaces de mostrarnos como realmente somos, de saber estar junto a
quienes sufren la desgracia y de no perder la ilusión por ayudar.
Eso sí, siempre a cambio de nada, porque no existe albarán que
justifique la entrega ni persona a la que dar las gracias. Todo lo
que hemos hecho, y sepan que ha sido mucho y que nos vemos en la
necesidad de seguir haciéndolo, ha sido sencillamente porque en todo
momento hemos sido conscientes de que la necesidad era mucha.
El
comentario de hoy, consecuentemente, se justifica por sí mismo,
porque lo que queríamos era compartir esta opinión con quienes
quizá necesiten que de vez en cuando alguien les recuerde que su
papel en esta historia ha sido determinante para que culmine
medianamente bien, sobre todo para los más pequeños. Gracias a
todas y todos por vuestra inmensa generosidad. Con intención o sin
ella, nos habéis dado una magnífica lección de lo que debe ser la