El
Informe 2013 de Cáritas española, que se ha distribuido con el
título de “Desigualdad y derechos sociales. Análisis y
perspectivas”, muestra de forma inapelable la dimensión real de
los efectos que entre la población española está teniendo la
crisis, especialmente entre los más pobres. Ya el año pasado se nos
dijo por parte de los responsables de esta organización solidaria,
que España se encuentraba frente a una pobreza más extensa, intensa
y crónica. Los datos del informe de este año confirman que ese
proceso de empobrecimiento se ha profundizado en extensión e
intensidad. Sin embargo, el hecho más destacado es el incremento
severo de la desigualdad social, que ahora más que nunca muestra
una sociedad fracturada. Según la organización, la fractura social
se ha instalado entre nosotros y con el tiempo cada vez será más
difícil que las personas empobrecidas puedan salir de la exclusión.
Es más, el incremento de la desigualdad ha venido acompañado de una
disminución de los recursos de protección social pública en su
vertiente redistributiva y asistencial, que es lo que faltaba para
consolidar aún más tal situación denunciable.
En
cuanto a la brecha que se ha abierto entre las personas empobrecidas
y las personas con más posibilidades de acceso a bienes y servicios,
Cáritas la califica de alarmante. Los ingresos medios de las
personas más ricas de España es siete veces superior al nivel medio
de ingresos de quienes tienen menos rentas. Y desde el comienzo de la
crisis, esta diferencia se ha incrementado en nada menos que un 30%.
Al analizar el comportamiento de la renta por persona, el informe
comprueba que las cifras actuales son muy similares a las que
existían hace más de diez años, lo que invita a pensar en más de
una década perdida. Es decir, la renta de 18.500 euros que como
promedio recibieron los españoles en 2012 es inferior, en términos
de capacidad adquisitiva, a la que ya existía en el año 2001.
Asimismo, desde 2007 la renta media ha caído un 4 %, mientras que
los precios se han incrementado en un 10 %, lo que ha provocado un
deterioro de las rentas de los ciudadanos españoles sin parangón en
las últimas décadas.
Para
los autores del informe, el rasgo más preocupante de la evolución
de la renta durante la crisis es el aumento sin precedentes de la
desigualdad en su distribución, ya que desde 2006 los ingresos de la
población con rentas más bajas han caído cerca de un 5 % en términos
reales cada año, mientras que el crecimiento correspondiente a los
hogares más ricos ha sido el mayor de toda la población. Por otra
parte, la destrucción de empleo y la moderación salarial han sido
determinantes en la reducción del nivel de renta de los hogares
españoles, a lo que cabe sumar el efecto negativo sobre la renta
disponible que han tenido tanto algunos de los cambios en las
prestaciones sociales, como la reducción de las cuantías de la
prestación contributiva de desempleo, las mayores exigencias para
percibir el subsidio y el aumento de algunos impuestos, como el
incremento de los tipos marginales del IRPF y de los tipos del IVA.
Todo
lo que les estamos contando explica que los indicadores de
desigualdad en España arrojen los niveles más altos de la Unión
Europea. Y de cara al futuro, de acuerdo con la opinión de los
responsables de Cáritas, se confirma que existe un riesgo notable de
que el ensanchamiento de las diferencias de renta entre los hogares
españoles se enquiste en la estructura social. En su opinión,
procesos de dualización social como este conllevan riesgo real de
ruptura, lo que significa que el no dotarnos de los mecanismos
redistributivos necesarios supone empujarnos a la fragmentación
social. El porcentaje de hogares en los que todos los activos están
sin trabajo ha aumentado del 2,5 % al 10,6 %. En términos absolutos,
el Informe indica que se ha pasado de 380.000 hogares en esta
situación antes de la crisis a más de 1.800.000 a finales de 2012.
Como
advierte Francisco Lorenzo, presidente de Cáritas española,
“nuestra apuesta por los derechos sociales dará cuenta de los
valores que realmente tenemos como sociedad, pues solamente seremos
democracia si garantizamos los derechos sociales de los más
vulnerables”. Si es verdad que la pobreza y la exclusión hieren el
corazón, la desigualdad es un escándalo ético y político.