Que
los tiempos en los que se convocan unas elecciones, aunque sean, como
en este caso, europeas, es decir, que no nos pillen tan de cerca como
podían ser municipales, autonómicas o generales, generan
controversias entre los partidos políticos, es algo que conocemos
más que de sobra, que para eso llevamos convocando a la ciudadanía
a las urnas desde hace más de treinta años y algo queda siempre.
Que justo en estos días conocemos las opiniones personales y de
partido de los líderes que los representan, también sabemos de
ello. Y todo porque se trata sencillamente de defender el pan de los
suyos, porque no otra cosa hace mejor un político que luchar por su
puesto de trabajo, que, recuerden, no es otro que el de vivir de la
política todo el tiempo que les sea posible, y hacen bien, que para
eso están en lo que están. Lo mismo diríamos de cualquier otro
especialista en lo suyo, que debe estar al tanto y a la calle de su
tarea, que para eso le pagan.
En el
caso de la clase política, evidentemente, es que nos invitan a
participar en la elección de los mejores y este detalle no siempre
es sencillo si tenemos en cuenta que a muchos de ellos o ellas ni los
conocemos. Otra cosa es cuando el que nos pide su aprobación y apoyo
es de aquí, de cerca, y sabemos de él o ella más de sobra para
premiarlo con nuestro voto, aunque también es verdad que entre que
la gente tiene en mente no votar y que cada día que pasa conocemos
más y mejor para qué nos lo piden, que no es precisamente para
hacernos la vida más fácil y sí para que ellos saquen adelante su
proyecto personal y político, el voto les cuesta más de lo
habitual. Cierto que los que se consideran, más que votantes,
feligreses, por aquello de que su voto siempre es para los mismos, a
los que por cierto nos los encontramos en todos los bandos, volverán
a depositar su apoyo en forma de voto en cualquiera de las elecciones
que se convoquen, pero de esos también se nota que andan escamados
hasta con los suyos, y son los que finalmente formarán el gran grupo
que conoceremos después de las elecciones como abstencionistas.
Y es
que uno de los grupos de ciudadanos que parece ser consolidarán en
las europeas y que ya se anuncia como muy importante en número, sin
quererlo y sin propuesta de ningún tipo, se ha convertido en
protagonista de una de las citas más importantes que tiene el
ciudadano para con su futuro: las elecciones. Votar significa
participar y, además, los que ejercen esta fórmula especial de
democracia lo hacen convencidos de que si no lo hacen ellos, lo harán
otros, que serán los que finalmente ganarán la convocatoria. Es así
de sencillo. Por otra parte, que luego nadie se queje de cómo están
las cosas o de las decisiones que en su nombre tomarán los gestores,
porque no están autorizados para representarse ni así mismos. Lo
queramos o no, solo desde la política se puede cambiar lo que no nos
gusta y no siempre es obligatorio ocupar un puesto en el ayuntamiento
o en cualquier otro lugar en el que sea necesario resultar electo,
porque existen infinidad de vías desde las que nuestra opinión
puede defenderse allí donde se plantean las reclamaciones y demandas
de la ciudadanía.
De
otra forma es sencillamente imposible y de hecho así nos va, es
decir, que en escasísimas ocasiones la clase política ha atendido
nuestra opinión. Es más, para ellas y ellos no existe mejor
situación para el desarrollo de sus tareas, ya que hacen y deshacen
sin control alguno, porque tampoco crean ustedes que la postura de la
oposición, que son los partidos que no tienen responsabilidad de
gobierno, va más allá de quejarse públicamente de lo que entienden
que está mal hecho o no responde al proyecto que se aprobó en su
día. Y no sea agobien ustedes, señores y señores, que si nosotros
no tenemos una idea definida de lo que es y debe ser la política,
ellas y ellos tampoco tienen intención de darnos detalles.