jueves, 10 de abril de 2014

LA PUBLICIDAD ESCRITA FORMA PARTE DE NUESTRAS VIDAS

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Por la experiencia que ustedes nos trasladan y por la nuestra, estamos en condiciones de afirmar de estar hartos de que, a diario y de manera sistemática, encontremos en nuestro buzón publicidad de todo tipo. Dará igual que sea de grandes superficies o de clínicas dentales, porque no faltarán tampoco las empresas que nos invitan a que compremos sus productos o utilicemos sus servicios. A colores y en todos los tamaños, esta forma de publicidad hace tiempo que ha dejado de interesarnos y lo que ocurre ahora es que estamos hasta la coronilla de vernos en la obligación de retirarla y colocarla en la bolsa de basura que debemos introducir en el contenedor del papel, porque eso de reciclarla lo hemos aprendido de carrerilla y no se nos pasa ni una.

Nos gustaría hacerles llegar a las empresas que usan de este tipo de publicidad que sí, que está bien, que todo sirve y que de todo se puede obtener beneficio, pero que ya está, que nos dejen descansar un poco. La publicidad en general tiene su público y está comprobado más que de sobra que vale la pena invertir en su desarrollo, pero desde luego que no cuando de por medio, como es el caso de la publicidad impresa, somos conscientes de que es necesario que se arranquen miles de árboles a diario para conseguir el papel en el que dejar huella de lo que se compra o se vende. De hecho, las denuncias por esta situación están patrocinadas por asociaciones ecológicas de todo el mundo, que luchan denodadamente, y parece que no siempre con éxito, en erradicar este tipo de aproximación al cliente en beneficio de un planeta con un ecosistema más sostenible.

En esta misma línea y convencidos de que existen formas y formas de llegar hasta el potencial cliente, la obcecación de una sucursal o franquicia de una clínica dental en nuestra ciudad estamos convencidos de que terminará desquiciándonos los nervios. Es tal su insistencia, tal su presencia en el buzón de casa y de la empresa, que de verdad que, si tuviéramos que hacernos una revisión dental, por mucho que la denunciada nos ofreciera, incluso haciéndonoslo gratis, no se nos ocurriría ponernos en manos de cansinos tan manifiestos y pesados. Entre otras cosas, porque nos imaginamos a los responsables planificando lo que pondrán en el siguiente folleto que pendientes de los clientes a los que ha toqueteado su dentadura. Y luego casi engañando, aunque eso es otro tema que trataremos en ocasión más propicia.

Por lo tanto, tenemos folletos de varias hojas; de una sola, por las dos caras; o por una; de colores y en blanco y negro; con planos de situación para que no nos equivoquemos de dónde se encuentra situada la empresa; largos y estrechos; con muchos dibujos o fotografías, o con solo texto… Es verdad que la televisión, la prensa escrita y la radio nos mantenemos en pie gracias a la publicidad, siempre, claro que no dependa de ninguna Administración pública, porque entonces tampoco es necesario que busquen y rebusquen el anunciante que pagará la electricidad y los sueldos de los empleados, que para eso cuentan con los presupuestos de su comunidad. Pero en los tres casos, ustedes, que es a quienes va dirigido el mensaje, tienen la oportunidad de cambiar de canal o de estación de radio o simplemente no detenerse a leer aquello que le meten por los ojos. Todo lo contrario ocurre cuando, en el momento que introduces la llave en tu buzón, se te vienen encima un montón de folletos de todos los colores y tamaños, que alguien muy interesado en mantener esta forma de publicidad le habrá dicho al anunciante que es muy directa y, por tanto, muy rentable. Pues en nuestro caso, y solo por si les sirve de algo, les diremos que el resultado es todo lo contrario. Y ahí queda para lo que ustedes gusten mandar.