Los
que aseguran que de la crisis también se pueden obtener beneficios y
que todas las ideas sirven, no están exentos de razón. Sin ir más
lejos, observen el fenómeno social que ha alcanzado en todo el mundo
el negocio de la segunda mano, es decir, que aquello que ya no
utilizamos, que ya no nos sirve o sencillamente porque necesitamos el
dinero, tiene comprador y que se trata de aprovecharse de las gangas
que aseguran encontramos en cualquiera de los establecimientos
abiertos o en las redes sociales. Es el caso, por ejemplo, del mayor
escaparate abierto en España a través de Internet conocido como
segundamano.es que cuenta con nada menos que dos millones y medio de
artículos después de cuadruplicar la cifra de 2008; de hecho, cada
día estrena doce mil anuncios y más de once millones de usuarios
que buscan, compran y venden artículos cada mes. Su app está en
más de un millón setecientos mil móviles españoles, y el número
de usuarios con actividad se duplica cada mes desde hace un año.
Por
otra parte, los usuarios de Wallapop, un canal que se dedica a
productos de moda y accesorios, han subido un millón de artículos
valorados en doscientos quince millones de euros, generan una
actividad diaria de doscientos mil euros y el cincuenta por ciento de
sus ventas se desarrolla en España. El líder mundial, sin embargo,
es actualmente eBay, que se ha entretenido en alcanzar veintitrés
millones de dólares de ingresos globales el año pasado. Cada semana
listan casi nueve millones de artículos a través de su app y las
transacciones realizadas con ella se han multiplicado por siete en
menos de dos años. Como pueden apreciar, todo un fenómeno social
que hace unos años era impensable.
Pero
no solo existen establecimientos virtuales en los que o desde los que
vender y comprar artículos nuevos y de segunda mano. Las tiendas
especializadas en este mercado emergente se multiplican sobre todo en
ciudades grandes, en donde desde hace tiempo se han prodigado de tal
manera que hasta encontramos comercios especializados por materias,
desde iluminación a la música, pasando por la ropa, juguetes y
vehículos. Aunque por tratarse de un tipo de comercio muy
particular, es evidente que la existencia de una clientela especial
es un hecho que podemos comprobar, porque de otra forma no se
entendería el aumento de su implantación en ciudades de todo tipo
de densidad demográfica, aunque es cierto que allí donde se percibe
que nadie conoce ni al que compra ni al que vende las transacciones
son más continuas.
Una
vez se comprueba que es una forma muy digna de iniciarse como
comerciante y de conseguir un empleo, sobre todo cuando no existía
ni la más remota posibilidad de encontrarlo, las tiendas de segunda
mano se mantienen, cierto que no sin dificultades, y con el paso del
tiempo se están asegurando un mercado. Las necesidades que la crisis
nos crea han encontrado, por tanto, un buen lugar en donde paliarlas:
planchas, radios, televisores, muebles, radiadores, etc., se
presentan en buen estado y por precios muy asequibles, lo que nos
permite equiparnos con lo que necesitamos por mucho menos dinero del
que nos gastaríamos en uno nuevo. Existen varios tipos de
establecimientos dedicados a este menester, desde los que compran,
recuperan y ponen en uso los artículos que adquieren hasta los que
simplemente se dedican a realizar el trabajo del intermediario
necesario, es decir, que el vendedor lo deposita en estas tiendas y
espera a tener suerte y venderlo. Unos ejercen como cualquier negocio
de venta de productos nuevos y otros como comisionistas, pero ambos
funcionan, siempre, eso sí, que exista una relación de confianza.