viernes, 16 de mayo de 2014

EL ALCOHOL, LAS DROGAS Y LA CONDUCCIÓN

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El desgraciado accidente ocurrido entre una retroexcavadora y un autobús la semana pasada, con nada menos que cinco menores fallecidos, en la que todo indica que el conductor de la primera había consumido sustancias estupefacientes, ha activado en la Dirección General de Tráfico una campaña alertándonos sobre las consecuencias que se derivan del consumo de alcohol o cualquier otra droga cuando se conduce. La directora general encabeza esta decidida lucha informándonos casi a diario de datos que confirman lo que por otra parte todos conocemos o deberíamos tener claro. A saber: que el setenta y cinco por ciento de los accidentes que se producen en España tienen su origen precisamente en el consumo indebido de alcohol o drogas; que de éstos, el cuarenta y dos por ciento de los muertos lo han sido por la misma causa. Frente a tanta contundencia, lo primero que se nos ocurre pensar es cómo es posible que estemos conviviendo con personas que menosprecian su vida y la de los demás de forma tan gratuita. Sin ir más lejos, el mismo día del luctuoso accidente del autobús, un camión de reparto de bombonas de butano se salía de la calzada en la provincia de Almería porque el conductor sextuplicaba la cantidad permitida de alcohol en sangre. El lunes de esta misma semana, a primeras horas de la mañana, la Guardia Civil de Tráfico da el alto a un autobús escolar en una ciudad de Murcia y somete a su conductor a la prueba de alcoholemia. Resultado: cuatro veces más de la permitida. En el autobús viajaban trece escolares y dos educadores.

Lo que se deduce de estos sucesos viene a confirmar que lo del alcohol y las drogas es algo muy extendido entre los conductores. Lo que seguro no alcanzaríamos a entender son las razones que cada uno pudiera esgrimir para justificar su actitud; si acaso, si desde el principio asumieran que se trata de una decisión propia de gentes sin escrúpulos, de escasa personalidad y de actitud frívola. Y todo porque no se entiende que, siendo conscientes de que su vehículo los espera para trasladarlos de un lugar a otro, consuman cualquier elemento que les altere sus coordenadas y que, además, están prohibidos. No es nuevo, por ejemplo, que un conductor de autobús escolar o no haya sido detenido con una tasa de alcohol en sangre fuera de toda lógica, como tampoco lo es que algunos conductores de los que se ven involucrados en un accidente huyan en busca de tiempo para que les baje la tasa de alcohol que llevaban en ese momento. Luego, con aducir que lo hicieron porque se asustaron o que perdieron el control de sí mismos y corrieron sin dirección ni destino, todo arreglado.


Lo negativo del asunto de las drogas, el alcohol y el coche es que cada vez estamos más convencidos de que nos cruzamos con cientos de ellos cuando viajamos y que cualquier momento es bueno para vernos involucrados en un accidente sin comerlo ni beberlo. De hecho ocurre casi a diario, como confirmado queda por las declaraciones de la directora general, señora Segui, que afirma con toda rotundidad que se bebe y se usa de la droga con demasiada frecuencia mientras se conduce, y en todos los colectivos. Antes, estos excesos solo los veíamos en las madrugadas de los fines de semana, cuando los jóvenes salían de las macrodiscotecas y eran sometidos a las pruebas de alcohol y estupefacientes. Ahora no; ahora la cosa es más compartida y nos encontramos, ya lo hemos visto, entre quienes conducen una máquina agrícola o un autobús. Tampoco faltan los profesionales del transporte en esta estadística, aunque ciertamente que en menor número. Por cierto, a todo esto súmenle ustedes las distracciones, los móviles, los gepeeses, la radio, el cedé, etc., y comprenderán por qué insistimos en que salir a la carretera es por sí mismo un peligro.