Lo
que nosotros podamos plantear o denunciar en este espacio sobre el
estado general de nuestra red viaria, de poco serviría. De todos es
conocido, y sufrido, en qué momento se hallan y qué perspectivas de
recuperación manifiestan los responsables, que no en pocas ocasiones
insisten en que no hay dinero para inversiones. El presidente de la
Asociación Española de la Carretera va a ser quien nos introduzca y
se manifieste ante la autoridad competente, y, al tiempo, denuncie lo
que nosotros ya hemos hecho en infinidad de ocasiones. Por ejemplo,
de los 3.000 tramos que esta asociación ha evaluado, es necesario
reponer 330.000 señales, repintar las marcas viales de 52.000
kilómetros y revisar el 82 % de las luminarias, porque registran
rangos inadecuados de iluminación. Además, el estado de las
barreras metálicas es de suspenso, mientras que la nota del
balizamiento desciende de un bien a un aceptable. Pero
los desperfectos en las vías son mucho más amplios, y especialmente
visibles en el estado del pavimento, que sufre un notable y acelerado
deterioro. En concreto, uno de cada cuatro kilómetros tiene grietas
y uno de cada tres desintegraciones, deformaciones y baches.
Hasta
aquí todo bien, porque de lo que se trata es de que alguien
autorizado exponga lo que por otra parte es sabido de todos. Ante
situación tan manifiestamente negativa, darle la vuelta requiere una
inversión de 6.200 millones de euros, que viene a ser un poco más
del noventa por ciento del arreglo del pavimento. Solo el déficit
acumulado por nuestras carreteras entre 2011 y 2013 supone nada menos
que el veinte por ciento de la red viaria que gestiona el Estado y el
diez por ciento de la que administran los gobiernos autónomos. Con
todo, según los Presupuestos del Estado para este año, la partida
destinada a la explotación y conservación de las vías que dependen
de Fomento, que son en total 25.000 kilómetros, es de 878 millones,
es decir, un treinta por ciento menos que en 2009. Esta asociación
ha alertado de las graves consecuencias del deterioro de las
carreteras para la comodidad de la circulación y la seguridad vial,
y ha insistido en el aumento exponencial de los costes de reparación.
Según sus conclusiones, cada euro no invertido a tiempo en refuerzo
de firmes se transforma en cinco euros a los tres años y en
veinticinco en el quinto.
Resumiendo,
nos encontramos en una situación de riesgo permanente según
circulamos por las vías de comunicación, ya sean de primer, segundo
o tercer orden. Y, claro, si las autovías y vías rápidas padecen,
como es el caso de la Nacional IV a su paso por nuestra provincia, de
un mal endémico, porque nunca han estado en buen estado, no les
quiero decir nada de lo que ocurre, vemos y padecemos cuando de red
secundaria se trata, porque entonces las lamentaciones serían un no
parar. Entre nosotros, la más utilizadas nos unen a ciudades como
Arjona, Arjonilla o Porcuna, o Lahiguera, Fuerte del Rey y Jaén, que
es la que se lleva la palma en cuanto al número de vehículos que la
usan, están en estado de ruina completo, y eso que algunas, como la
de Arjona y la de Porcuna a Valenzuela, ya en la provincia de
Córdoba, son auténticas montañas rusas.
Y si
tradicionalmente no hemos sido atendidos en estas necesidades a lo
largo de los años, mucho nos tememos que no seremos beneficiados en
muchos años. Mientras, lo poco que nos queda en pie se viene abajo
imparablemente y no tardaremos en tener verdaderos problemas de
desplazamiento. La única solución es tomárnoslo con calma y, para
evitar accidentes y males mayores en nuestros vehículos, adaptar la
velocidad al estado de la vía.