
Como
ocurre en todos los encuentros electorales que hemos conocido a lo
largo de nuestra particular y corta democracia, una vez conocidos los
resultados y valorados internamente, los portavoces o líderes se
suelen asomar a los atriles de forma que, dependiendo del resultado,
merezca el momento. Así, las europeas de este año, por ejemplo, les
van a costar al señor Rubalcaba el cargo de secretario general.
Todo porque el resultado no les ha sido favorable y su partido se ha
resentido en el encuentro que ha tenido con su electorado este
domingo. Las opiniones que ha generado esta decisión tienen mucho
que ver con la disparidad de quienes las aportan, por lo que
destacamos solo la coincidencia mayoritaria en que, junto con el
Partido Popular, ha sido el gran perdedor. Otra cosa, claro, es que
la democracia interna de los partidos funcione y, sin necesidad de
alharacas ni ruidos de mudanza, se diga la verdad. Si ustedes han
tenido oportunidad de escuchar lo que han venido a decirnos los
portavoces, en este encuentro electoral nadie ha perdido. Solo el
PSOE ha reconocido que no, que lo suyo ha sido un batacazo electoral
que les obliga a reconducir sus políticas y su actitud frente o
junto a los ciudadanos. El resto, lo dicho. Han ganado, aunque en
realidad no haya sido así y seguro que en su fuero interno y en sus
comisiones de seguimiento está más que asumido que la pérdida de
más de dos millones de votos no augura nada bueno.
Eso
sí, algunos no han querido perder el tiempo y se han lanzado a
criminalizar a todo aquel que haya votado una coalición o partido
que no sea el suyo, anunciándole casi el fin del mundo y cargando
sobre ellos toda la responsabilidad del futuro de nuestro país. Debe
ser cosa de no estar acostumbrados a escuchar mensajes del corte que
hemos conocido estos días y menos aún que algún que otro voto haya
huido del redil sin previo aviso. Y porque la abstención ha sido una
vez más muy importante y de ahí que la debacle electoral no haya
sido más grande, porque si el electorado fuese conocedor de que el
voto en blanco o la abstención solo sirven para consolidar en el
poder a quienes vienen haciendo con nuestras vidas lo que les viene
en gana, otro hubiera sido el recuento final. Pero así están las
cosas y debemos aceptarlas tal como vienen, que tiempo habrá de ir
poniendo las cosas en su sitio y de mejorar el actual sistema y lo
que deviene de él.
Lo
que no debemos perder de vista es lo que tienen previsto desarrollar
en Bruselas los nuevos parlamentarios, porque si aquí, entre
nosotros, hacen y deshacen como les da la gana, mucho nos tememos que
tan lejos sus decisiones pasarán desapercibidas. Sin embargo, si
tenemos en cuenta que Europa ha aportado a su parlamento en esta
ocasión a nuevos partidos con nuevos intereses y objetivos, y que
éstos ya han anunciado una serie de medidas por sí mismas
impactantes, parece que los habituales grandes, socialismo y
centro-derecha, no lo van a tener fácil. La verdad es que es en
Brusela donde se decide, ahora más que nunca, el futuro de sus
moradores y que precisamente por esto estamos obligados a mantener
con los parlamentarios y sus decisiones una línea directa que nos
permita deducir en qué invierten sus esfuerzos.
De
acuerdo con las opiniones más prometedoras, la legislatura que
comenzará en unos días en Estrasburgo consolidará a la Unión
Europea trabajando por quienes de verdad la sostienen, es decir, sus
ciudadanos. Por el momento, lo que sabemos, especialmente ellas y
ellos, es que las políticas de recortes que ha capitaneado Alemania
solo han servido para abrir grandes brechas entre los ricos y los
pobres. La llegada de fuerzas políticas más sensibilizadas con el
sufrimiento de quienes se han quedado sin trabajo y sin futuro
estamos convencidos de que influirán en el giro necesario que deberá
dar el parlamento si quiere seguir siendo referencia en Europa.