martes, 13 de mayo de 2014

NO SEA USTED UN CENIZO, POR FAVOR

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Por lo que vemos y escuchamos a los diferentes líderes de los también diferentes partidos políticos, aunque no tanto, está claro que también en esta ocasión, como en las anteriores y en las anteriores de las anteriores, los discursos que les escuchamos tienen muy poco que ver con la realidad de los ciudadanos. Así, para unos la cosa de la crisis ha dejado de ser un problema porque hemos comenzado un despegue imparable hacia el estado de bienestar de hace unos años, y están dispuestos a mantenerlo a toda costa; si es a otros, todo lo contrario, con el agravante de que nos devuelven a la realidad asegurándonos que todo lo que nos dicen los otros son solo mentiras irrealizables y que lo único que quieren es que les votemos. Luego, ya se sabe: harán con nuestro voto lo que les convenga. No faltan tampoco los que han mostrado más coherencia a lo largo de estos años con respecto a las necesidades de la ciudadanía y anuncian actuaciones que nos permitirán a todos vivir en mejores condiciones que lo hacemos ahora, aunque en realidad eso no debe ser difícil de conseguir, ya que con que solo nos empujaran un poquito nos situarían en condiciones de prosperar.

Ocurre, sin embargo, que tampoco en esta ocasión asistimos a la renovación, no ya de los candidatos, que tampoco, sino al discurso. No sabemos si se trata de un problema compartido de los profesionales que se dedican a prepararles sus peroratas o si es cosa de que no dan más de sí, que tampoco crean ustedes que se trata de una opinión descabellada. Sí coinciden en la mayor, es decir, en criticarse. Y no es que no tengan cosas que denunciarse unos de otros, sino que en la calle se percibe el cansancio que representa el que se les note tanto su incapacidad para ilusionar a quienes tengan el valor y la paciencia de escucharlos. La realidad de la ciudadanía pasa por temas y asuntos mucho más peregrinos y desde luego más terrenales: hipotecas, enseñanza, sanidad, copago, familia, vivienda, la comida diaria, la dependencia, el trabajo digno… A partir de estas necesidades básicas, todo lo que quieran. Eso sí, si antes no se han tenido en cuenta desde luego que pueden irse con la música a otra parte.

Ahora todos han luchado por nuestros derechos, todos se han dejado el alma en la consecución de sus objetivos, todos se ponen medallas que no les corresponden y todos también se autoerigen en nuestros salvadores. Como dijo una dirigente política, o somos nosotros o la nada. Es tal el nivel de autoestima que algunos centros de los que preparan a futuros dirigentes políticos inyectan en sus alumnos, que perlas de este tipo las podemos encontrar estos días a la vuelta de la esquina. Y lo peor de todo es que nosotros, los de a pie, los que no disfrutamos ni tan siquiera de uno, y menos de dos o tres sueldos, los que finalmente les proporcionamos el puesto de trabajo que sin ningún merecimiento que vaya más allá del esfuerzo que les haya supuesto los quince días que ha durado la campaña a las europeas, les permitirá vivir como auténticos privilegiados en los cuatro años siguientes. ¿Y qué podemos esperar? Más bien poco, porque comprobado hemos que una cosa es lo que nos prometen y otra radicalmente diferente lo que consiguen.


De hecho, si tuvieran ustedes que valorar lo ocurrido desde el mes de agosto del 2008 hasta hoy, ¿de qué ha servido el papel de nuestra clase política si no para acabar de hundirnos en la miseria? Y si alguien piensa que nos podía haber ido peor, aceptamos su opinión, aunque se trata de algo que no podremos comprobar en ninguno de los casos, mientras que lo que padecemos y sufrimos es lo que es. Y esto es lo que hay.