
El
número de personas que andan convencidas de que el mundo está al
revés, de que lo que hemos visto y vivido hasta hoy mismo ya no
sirve, y que empujan con fuerza las nuevas normas o leyes urbanas que
están cambiando el rumbo de las cosas que hasta ahora veíamos como
normales, aumenta imparablemente. Fundamental es, eso sí, que
estemos cerca de la actualidad, que nos empapemos del ir y venir de
quienes tenemos más cerca y que tienen la capacidad de influir en la
sociedad entera. Los valores religiosos, culturales, sociales y
costumbres arraigadas en nosotros de toda la vida han dejado paso,
obligados por el ímpetu con que llega lo nuevo, a lo innovador, a lo
que ahora se conoce como nuevas necesidades del ser humano y que aún
nadie ha sido capaz de certificar sin temor a equivocarse que serán
el futuro de la humanidad. Quizá por eso, porque vayamos demasiado
deprisa, porque nuestra vida se desenvuelve a una velocidad inaudita
y desconocida, nos estemos dejando a un lado lo que de verdad
importa. Y esto es precisamente lo que está dañando gravemente, es
posible que hasta sin posibilidad de recuperarse, a quienes andan
despistados o con las defensas bajas. Es el caso de los que menos
pueden, de esos que se han ido quedando en el camino por la crisis
económica que nos azota.
Nosotros
entendemos, y nos sometemos por ello al criterio de ustedes, que
mientras no hallemos un punto de encuentro entre todos los moradores
de este mundo desde el que llegar a un profundo hermanamiento,
mientras no hallemos un jefe supremo que nos dirija hacia el camino
correcto, mantendremos los mismos errores. Sin ir más lejos,
¿alguien se ha preguntado cómo es posible que con tanta tecnología
a mano, con tantas posibilidades económicas por desarrollar, aún
sigan muriendo niños en el mundo por falta de comida? ¿Entendemos
que en este momento mueran más niños por comer en exceso que los
que lo hacen porque no tienen qué llevarse a la boca? ¿Cómo es
posible que hayamos alcanzado tal nivel de despropósitos y, por el
contrario, hayamos conseguido alcanzar la Luna y pronto Marte? Y lo
peor de todo es que esto ha ocurrido delante de nosotros, mientras
mirábamos para otro lado y nos dedicábamos a maravillarnos de las
proezas de la ciencia. Y peor aún es que se sabe con total certeza
que existen programas controlados por las grandes organizaciones
sociales que permiten la plantación de inmensos campos de cultivo
que eliminarían en menos de dos años el hambre en el mundo.
Por
todo esto, afirmar que el mundo anda al revés, que estamos todos un
poco locos y que a todos nos correspondería aplicarnos un “mea
culpa” que al menos nos aliviara del dolor y la vergüenza que
supone haber sido copartícipes de tanta desgracia que ocurre en el
otro mundo, en ese que conocemos como Tercer Mundo, pero que está
habitado por personas como nosotros, no creemos que sea exagerado.
Asómense a la ventana de la realidad aunque les resulte doloroso y
comprueben las tribulaciones de los desplazados en barcas o pateras
que llegan a las costas de cualquier país que tenga a mano una playa
en la que arribar. Sepan de su calvario, del sufrimiento que les ha
supuesto llegar hasta el punto en el que creían encontrarían un
mundo mejor, más libre y más justo, en donde los recogerían y les
abrirían las puertas de un futuro que les permitiría al menos hacer
las tres comidas diarias. Y luego, si les quedan ganas, échense mano
a su móvil y descubran lo cerca que está el resto del mundo, el que
anuncian de ensueño y al que ustedes o nosotros mismos podríamos
acceder con solo un poco de suerte. Y si de todo lo que les hemos
contado no sacan la conclusión de que se trata de una injusticia
como la copa de un pino, a ver quién se atreve a llevarnos la
contraria.