
Créanse
ustedes que cuando nos planteamos el tema de la violencia de género
en nuestro comentario de medio día, siempre, siempre, siempre,
tratamos de responder a una situación real que estamos convencidos
necesita de todas y todos nosotros una clara actitud de rechazo por
cuanto se trata de la pérdida de la vida de una persona a manos de
su compañero, independientemente de que sea luego calificada por la
autoridad competente como resultado de violencia contra la mujer y
quizá por eso parezca menor el daño causado. Sin embargo, no es
así. Es más, a estas alturas de junio se contabilizan nada menos
que veintiocho mujeres fallecidas por la misma causa. De hecho, si
una organización terrorista fuera la causante de tanta muerte
violenta, los medios de comunicación la incorporaríamos sin dudarlo
en primera página, pero como se trata de una mujer asesinada por su
marido o compañero, como tiene tintes machistas… No obstante, como
ha ocurrido en casos concretos de algunas de las asesinadas en lo que
va de año, las han ejecutado delante de sus propios hijos, en la
cocina o el salón, degollándolas o a cuchilladas. Y si esto no es
noticiable, como de hecho comprobamos en cada una de las
contabilizadas, no tenemos más remedio que denunciar una situación
de vacío informativo patrocinada por algunos medios de
comunicación, que observan estas noticias como menores, como
intrascendentes, como asumibles…
Veintiocho
mujeres y un hombre, efectivamente, han sido asesinados por sus
parejas hasta el día de ayer, 10 de junio de 2014. Enseguida, como
ocurre en estos casos, han salido al paso los habituales responsables
de las mil y una oficinas abiertas por el Estado para decirnos que
tenemos que unirnos, que es cosa de toda la sociedad y que hay que
seguir trabajando. Y nosotros nos preguntamos que en qué, ¿qué
dónde se inscribe uno para formar parte de la brigada que persigue y
evita esta barbarie? ¿Dónde las líneas a seguir, dónde las tareas
que nos competirían, dónde el lugar de reunión? Palabras y más
palabras que les permiten a estos y estas funcionarias seguir
disfrutando de un sueldo público nada desdeñable y un discurso
aprendido a base de entrenamiento que en la práctica es solo eso:
palabrería del tipo del charlatán que nos vende el jarabe para la
tos y al mismo tiempo un peine, y una manta para evitar que nos
enfriemos. Créanse ustedes que el Gobierno tiene en cuenta este
fenómeno y para ello pellizca una buena cantidad de dinero al
presupuesto anual del Estado para invertirlo en todas las políticas
que tiene abiertas para reducir el número de fallecidas por
violencia contra la mujer. Es así y lo sabemos, pero estamos
convencidos de que este dinero no va más allá que para el pago de
las nóminas de quienes gestionan, ya lo hemos dicho, las mil y una
oficinas abiertas en todo el país. Luego, de si son rentables para
el fin que se persigue, de si sus trabajos consiguen los objetivos
propuestos como mínimos, de si son una referencia en el ámbito de
la mujer y sus necesidades reales, eso es algo que queda en el aire,
que nadie se atreve a responder y que es mejor dejar que pase el
aire, no sea que en el despiece de su verdadera labor muchas de ellas
pasen a mejor vida.
Las
mujeres en situación de peligro no necesitan del apoyo de quien no
venga a ellas con ayuda eficaz e inmediata, que no traigan bajo el
brazo amparo para su familia, que no les habiliten la solución para
el día siguiente… Las políticas activas aprobadas al efecto, que
los propios políticos las denominan activas, andan sin embargo,
errantes y muertas casi desde su nacimiento. Por ahora, y de esto
tienen mucho que decir las afectadas, lo único que les ha llegado
han sido cierres de casas de acogida en algunas comunidades
autónomas, que no en la nuestra afortunadamente, recortes salvajes
de subvenciones y ayudas, y poco más. Eso sí, antes han cuidado con
mimo el mensaje que nos hacen llegar cuando la sociedad demanda
explicaciones. Y si no escúchenlo.