Como
se preveía, la abdicación de don Juan Carlos ha sacado a la calle a quienes no
están de acuerdo con el sistema que nos gobierna y demandan del Gobierno de la
nación la convocatoria urgente de un referéndum en el que la ciudadanía pueda
expresar su opinión sobre si monarquía o república. También era de esperar que
fueran los que han sido y que el número de los que han dado su opinión en la
calle en ningún caso preocupe a la continuidad de la Corona, y más si tenemos en
cuenta que desde Zarzuela se desea que la toma de posesión del actual Príncipe
de Asturias sea este mismo mes. Las prisas, no obstante, suelen ser malas
consejeras, y en decisiones de tanta trascendencia e importancia para nuestro
país dentro y fuera de nuestras fronteras, quizá convendría enfrentarse a ellas
de manera más pausada y aceptando que el pueblo tiene todo el derecho del mundo
a exigir lo que entiende que es suyo.
España
no es un país cualquiera, aunque muchos dirigentes políticos se encarguen de
negarlo. Por ser como somos y nuestra incapacidad colectiva para dejarnos
llevar de acuerdo a las corrientes que ofrecen los recién llegados, y un
ejemplo que lo confirma ha sido la aparición de los partidos emergentes en las
elecciones europeas, nos hemos visto envueltos en situaciones realmente
complicadas en temas como la economía, los enfrentamientos bélicos o el futuro
industrial del conjunto de la nación. En un momento insistimos de tanta
trascendencia para nosotros como pueblo, echamos de menos, por tanto, a
personas que sepan lo que dicen y cómo lo dicen, porque al menos aparentemente
nos informan de lo que debemos hacer con absoluta desfachatez, esperando quizá
que entre todos le consigamos un puesto de relevancia en la política que le
permita vivir casi mejor que a quien ahora quieren quitar de en medio.
Lo
queramos o no, estamos obligados a reflexionar nuestro voto en un utópico
referéndum. Nos dicen los que saben de convulsiones políticas y de
enfrentamientos entre el Poder y la ciudadanía, que se debe decidir pensando en
el futuro y ni siquiera en el nuestro, que parece lo adecuado y razonado si
sabemos que finalmente lo mismo nos va a dar una forma de gobierno que otra, es
decir, que tanto una como otra nos va a suponer un pellizco en los presupuestos
del Estado de corte parecido. De otra parte, nos recuerdan que si fuera un
presidente en vez de un rey el que ostentara la Jefatura del Estado, la
misión sería la misma. Es más, van un poco más lejos cuando aseguran que el
cargo en cuestión lo obtendría el partido que ganara las elecciones,
permitiéndole así alargar aún más el poder que consiguen en las elecciones.
Naturalmente, unos cuentan lo que entienden como beneficioso y los otros todo
lo contrario, como es de lógica, mientras que a nosotros, los únicos que podemos
quitar a unos u otros, nos tratan como mentores excepcionales de sus
respectivas políticas sin más relevancia que la de caer en sus redes para
luego, como ocurre ahora, si te he visto no me acuerdo.
Prepárense
por tanto para días convulsos, de informaciones interesadas y no menos de juego
sucio. Una vez se ha abierto la caja de los truenos, y buena fe de ello nos dan
los diferentes parlamentos que hemos tenido oportunidad de escuchar en
veinticuatro horas, no solo tendremos oportunidad de oír los que nos contarán
los habituales, sino que no faltarán los advenedizos, dispuestos a sacar tajada
de donde sea sin importarles los daños colaterales que pudieran hacer.
Repetimos, estén atentos porque su objetivo son ustedes, somos nosotros, y nadie
debería hacerles cambiar de opinión, sea la que sea.