miércoles, 4 de junio de 2014

LA SUCESIÓN REAL, A PRUEBA



Como se preveía, la abdicación de don Juan Carlos ha sacado a la calle a quienes no están de acuerdo con el sistema que nos gobierna y demandan del Gobierno de la nación la convocatoria urgente de un referéndum en el que la ciudadanía pueda expresar su opinión sobre si monarquía o república. También era de esperar que fueran los que han sido y que el número de los que han dado su opinión en la calle en ningún caso preocupe a la continuidad de la Corona, y más si tenemos en cuenta que desde Zarzuela se desea que la toma de posesión del actual Príncipe de Asturias sea este mismo mes. Las prisas, no obstante, suelen ser malas consejeras, y en decisiones de tanta trascendencia e importancia para nuestro país dentro y fuera de nuestras fronteras, quizá convendría enfrentarse a ellas de manera más pausada y aceptando que el pueblo tiene todo el derecho del mundo a exigir lo que entiende que es suyo.

España no es un país cualquiera, aunque muchos dirigentes políticos se encarguen de negarlo. Por ser como somos y nuestra incapacidad colectiva para dejarnos llevar de acuerdo a las corrientes que ofrecen los recién llegados, y un ejemplo que lo confirma ha sido la aparición de los partidos emergentes en las elecciones europeas, nos hemos visto envueltos en situaciones realmente complicadas en temas como la economía, los enfrentamientos bélicos o el futuro industrial del conjunto de la nación. En un momento insistimos de tanta trascendencia para nosotros como pueblo, echamos de menos, por tanto, a personas que sepan lo que dicen y cómo lo dicen, porque al menos aparentemente nos informan de lo que debemos hacer con absoluta desfachatez, esperando quizá que entre todos le consigamos un puesto de relevancia en la política que le permita vivir casi mejor que a quien ahora quieren quitar de en medio.

Lo queramos o no, estamos obligados a reflexionar nuestro voto en un utópico referéndum. Nos dicen los que saben de convulsiones políticas y de enfrentamientos entre el Poder y la ciudadanía, que se debe decidir pensando en el futuro y ni siquiera en el nuestro, que parece lo adecuado y razonado si sabemos que finalmente lo mismo nos va a dar una forma de gobierno que otra, es decir, que tanto una como otra nos va a suponer un pellizco en los presupuestos del Estado de corte parecido. De otra parte, nos recuerdan que si fuera un presidente en vez de un rey el que ostentara la Jefatura del Estado, la misión sería la misma. Es más, van un poco más lejos cuando aseguran que el cargo en cuestión lo obtendría el partido que ganara las elecciones, permitiéndole así alargar aún más el poder que consiguen en las elecciones. Naturalmente, unos cuentan lo que entienden como beneficioso y los otros todo lo contrario, como es de lógica, mientras que a nosotros, los únicos que podemos quitar a unos u otros, nos tratan como mentores excepcionales de sus respectivas políticas sin más relevancia que la de caer en sus redes para luego, como ocurre ahora, si te he visto no me acuerdo.

Prepárense por tanto para días convulsos, de informaciones interesadas y no menos de juego sucio. Una vez se ha abierto la caja de los truenos, y buena fe de ello nos dan los diferentes parlamentos que hemos tenido oportunidad de escuchar en veinticuatro horas, no solo tendremos oportunidad de oír los que nos contarán los habituales, sino que no faltarán los advenedizos, dispuestos a sacar tajada de donde sea sin importarles los daños colaterales que pudieran hacer. Repetimos, estén atentos porque su objetivo son ustedes, somos nosotros, y nadie debería hacerles cambiar de opinión, sea la que sea.