Iniciamos el mes de junio, como siempre que estrenamos mes, convencidos de que será en éste cuando comience la recuperación económica a la que tanta alusión interesada hacen nuestros políticos y que tanta falta le hace a los ciudadanos. Por el momento, ilusiones han sido y nos tememos que seguirán siendo, al menos para los casi seis millones de desempleados con los que cuenta nuestro país, porque tenemos que reconocer que al resto no les va nada mal y mantienen el tipo contra viento y marea. Lo que ocurre en España tampoco crean ustedes que se diferencia en mucho del resto del mundo, especialmente en Europa. Con solo echar un vistazo al resultado electoral de las europeas veremos que en Francia, Alemania y Bélgica particularmente se han computado votaciones trascendentalmente de partidos de izquierda y derecha que ahora la ciudadanía ha querido aplicar a hacer realidad los mensajes que partidos casi desconocidos les han anunciado a lo largo de la campaña, desde la aplicación de políticas sociales hasta más control sobre los beneficios nada claros del gran capital.
Lo que ocurra después con este voto de castigo a los grandes partidos se verá con el paso del tiempo, aunque mucho nos tememos que no solo les costará un gran esfuerzo imponerse, sino que cada día que pasa se atisba como empeño utópico. Lo de regenerar la vida política, lo de aplicar condenas ejemplares a los corruptos, exigir transparencia absoluta de los movimientos económicos del Estado, la dación de la vivienda en pago de la deuda contraída con el banco, la Medicina universal y gratuita, la educación en la misma línea, etc., por el momento son solo deseos legítimos y en algunos caos desesperados de cambiar un sistema que perjudica fundamentalmente a los más desfavorecidos. Así las cosas, fácil no va a ser de ninguna de las maneras y que nadie se llame a engaño convenciéndose de que en poco tiempo nuestro panorama político pasará a atender las demandas de la ciudadanía, porque no será así.
Los que no vemos, esas personas que hacen y deshacen en la sombra, los que se conocen como “lobis” o gran capital, se encargarán, con toda la fuerza de que dispongan y con osada decisión, de frenar el avance de partidos de izquierdas emergentes cuyas ideas no se ajusten a sus políticas. De hecho, con solo echar una ojeada a lo que le está cayendo encima a “Podemos”, el partido de Pablo Iglesias, deduciremos que bien, lo que se dice bien, no le ha venido a los partidos que hasta ahora se han estado aprovechando del bipartidismo, aquello de cuatro u ocho años para ti y otros tanto para mí. Nosotros no sabemos con la certeza de los comentaristas y de los medios de comunicación adiestrados por estos grandes partidos, si la irrupción de esta fuerza política supondrá algún día una revolución social de las proporciones que nos anuncian, pero de ahí a afirmar que, si consigue consolidarse como fuerza política alternativa, volveríamos a la cartilla de racionamiento o incluso a una guerra civil, no solo nos parece exagerado, sino una manera de amedrentar a la ciudadanía que merece nuestra repulsa. Sin embargo, sepan que se han iniciado los trabajos que acabarán con este o cualquier otro partido político que quiera desestabilizar el sistema tal y como lo conocemos.
Las razones de los votos de los ciudadanos siempre serán una incógnita, aunque en estas europeas entendemos que la transparencia las define, puesto que millones de ellos se han introducido en las urnas buscando ayuda para sus necesidades y acabar con lo mismo de siempre. Los partidos que ahora se preocupan y temen lo peor, en vez de poner en marcha las peticiones de la calle, y no hace falta que entremos en detalles por conocidos, por el momento se han dedicado a menospreciar lo que han hecho los demás. La autocrítica, el buscar soluciones, acabar con los abusos, conseguir una Justicia justa y rápida, buscarle trabajo a tantos desempleados, mantener ayudas sociales a las personas que demuestran no tener ingresos, etc., también la podían haber aplicado ellos a sus respectivos programas electorales, pero no lo han hecho en una clara demostración de cuáles son en realidad sus verdaderos intereses y su nulo interés por la ciudadanía.