miércoles, 17 de septiembre de 2014

FAROLAS ASESINAS

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Los ayuntamientos en general y el nuestro en particular tienen por delante una tarea urgente e ineludible. Se trata de revisar una por una las farolas que conforman el alumbrado de la ciudad; el fin no es otro que el de comprobar mediante los elementos necesarios el estado en que se encuentran y, sobre todo, cerciorarse los técnicos de que apoyarse en cualquiera de ellas, por otra parte una situación muy extendida y compartida por gentes de todas las edades, no va a suponer una descarga eléctrica suficiente como para acabar con la vida de quien haya osado ponerle la mano encima. Por el momento, y en solo dos meses, dos jóvenes han perdido la vida por esta causa, la última una chica de catorce años que tuvo la mala fortuna de cruzarse con la dichosa farola en la ciudad de Santiago de Compostela. Este suceso se produjo sobre las dos de la madrugada en las fiestas de Guadalupe de la ciudad compostelana, durante la actuación de la orquesta. Al lugar se desplazó una ambulancia asistencial y otra medicalizada del 061, cuyo personal sanitario practicó las maniobras de reanimación a la menor, pero la adolescente falleció en el lugar.

Por supuesto, desde el ayuntamiento compostelano ya han informado que se están realizando los trabajos convenientes para controlar la totalidad del alumbrado de la ciudad y evitar de esta forma que vuelva a ocurrir. Y es ahí donde queremos llegar, que si es verdad que más vale prevenir, ahora es el momento de poner en marcha un programa que, una vez desarrollado, pueda transmitir a la ciudadanía la seguridad de que en Andújar las farolas reúnen las características técnicas que exigen para su instalación. Y no lo decimos porque sí, ya que no faltan las que le han sido arrancadas las puertas de acceso, las que muestran descarada y peligrosamente su cableado y las que cubren estas deficiencias con un simple papel de cerrar cajas de cartón. Desde luego que con esto no queremos decir que exista dejación municipal, pero sí que el peligro es real y que a él tienen paso directo precisamente los menores, los que gustan de tocar donde no deben.

Dos sucesos de estas características en tan poco tiempo, incluso nos lleva a pensar si no sería interesante comprobar si el fabricante de estas luminarias fuera el mismo y que existiera una deficiencia de fabricación que acabara siendo mortal para quien tiene la mala suerte de cruzarse con ellas. No es cuestión de marcarle el paso a nadie, aunque sí de mostrar una preocupación real que debería cuanto antes ser calmada luego de un exhaustivo repaso a las instaladas en nuestra ciudad. Entendemos que este tipo de desgraciados sucesos deben alertar por sí solos a quienes tienen la responsabilidad en las ciudades del alumbrado público, y más si por el momento hemos tenido la suerte no vernos involucrados en una situación tan dura. Eso de que una menor de catorce años, hija única, salga de fiesta con sus amigos y que ya no vuelva a casa porque se aferró a una farola que tenía cerca buscando apoyo o descanso momentáneo, no solo no tiene lógica, sino que estamos convencidos que traerá graves problemas al ayuntamiento por una posible inhibición de funciones.


En Santiago de Compostela se ha producido lo que por otra parte era de esperar, es decir, que muy pocos son los menores y los niños que andan sueltos por las calles ante el temor, por no decir terror, de sus padres o tutores, convencidos de que cualquiera de las farolas que encuentran a su paso pueden descargar sobre quien les ponga la mano encima electricidad suficiente como para acabar con sus vidas en segundos. Nosotros estamos a tiempo de evitarlo. Solo hay que ponerse manos a la obra.