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Y es
que las cosas de la macroeconomía no solo no son sencillas, sino que
nos quedan lejos de todas, todas. Por los datos y la información que
nos llega sabemos que hasta el mes de junio de este año, la
población activa, que no es otra que aquellos y aquellas que su edad
va desde los dieciséis hasta los sesenta y cuatro años y que están
listos y preparados para trabajar, tengan o no disfruten de un puesto
de trabajo, ha caído un uno por ciento, dato que supone que a lo
largo de estos meses unas doscientas treinta mil personas ya no
forman parte del colectivo. Parece que se impone, llegados a este
punto, encontrar razones creíbles del porqué de esta casi repentina
desaparición. De acuerdo con la interpretación del informe patronal
de las mayores empresas de trabajo temporal, las que se conocen como
las ETT, la caída de la población activa tiene su origen en la
huida hacia otros mercados de trabajo, muy especialmente al europeo,
de jóvenes entre 25 y 35 años, que, sin embargo, presenta una
reducción, comparando los datos con respecto al segundo semestre del
año pasado, de nada menos que un cinco por ciento.
El
motivo controlado oficialmente nos dice que la salida masiva de
trabajadores hacia el extranjero a la caza y captura de oportunidades
laborales está justificado por la falta de oportunidades que tienen
en nuestro país, y no porque pasen a la inactivad porque se estén
formando o sencillamente porque, al no encontrar empleo, su estado es
de desánimo absoluto. De hecho, este grupo de demandantes de empleo
representa solo un 0,7 por ciento en la estadística general. La
asociación de empresas ETT, ante momento tan delicado, nos advierte
de que, si este proceso de fuga de gente joven se mantiene en el
tiempo, podría suponer una descapitalización de la economía
española, que en estos momentos resulta clave en el proceso de
recuperación de la actividad productiva de nuestro país. ¿Y qué
tipo de jóvenes son los que han decidido salir al mercado exterior
en busca de un empleo? Los últimos datos oficiales que hemos
conocido y que encontramos en la última Encuesta de Población
Activa confirman que la preocupación oficial está más que
justificada, ya que el perfil de quienes emigran se reparte a partes
iguales entre hombres y mujeres. Destaca la mayoría de los
extranjeros casados que vuelven a sus lugares de origen o se
marchan a un tercer país ante la crisis de empleo con la que se han
encontrado en el nuestro. También son mayoría los jóvenes solteros
españoles que optan por probar suerte fuera, porque deciden sin
presiones y sin los condicionantes que impone tirar de la familia o
dejarla casi sin amparo mientras se busca una salida laboral. De
acuerdo con este estudio, la decisión de estos jóvenes de marcharse
a otros países esconde no solo situaciones de desempleo prolongadas,
sino también muchos casos en los que la persona tiene empleo, pero
ocupan un puesto de trabajo que requiere mucho menor nivel de
formación que el que ellos tienen. Este fenómeno de la
sobrecualificación laboral afecta actualmente al 57,4 % de los
trabajadores de entre 25 y 35 años en la actualidad, porcentaje que
viene a ser el más alto de todos los rangos de edad.
Lo
razonable, una vez expuestos los datos, es preocuparse por la salida
tan masiva de mano de obra tan cualificada y en edad de pleno
rendimiento que controla el propio Gobierno. Y más cuando se sabe
que está influyendo negativamente en la prosperidad del país. De
hecho, como habrán comprobado a lo largo del comentario de hoy, se
trata de una sangría de consecuencias dramáticas, tanto para el que
la protagoniza como para la tan ansiada recuperación económica. Por
el momento, quien ha movido ficha ha sido la Junta de Andalucía, que
prepara un programa dedicado en exclusiva a la recuperación de
cientos de jóvenes que salieron del país en busca de otros mercados
de trabajo y cuya cualificación profesional es de muy alto nivel. Ya
veremos en qué queda lo que por el momento es solo un proyecto.