La
vuelta a la normalidad, aunque lo parezca, no siempre es fácil. Al
contrario, porque hasta conocemos un síndrome médico que así lo
confirma: el posvacacional, que mantiene a muchos personas en estado
casi catatónico durante unos días incapaces de enfrentarse a sus
habituales tareas. Nosotros no crean ustedes que superamos sin más
este estado, pero sí que es cierto que teníamos ganas de estar
entre amigos y tener la oportunidad de expresar nuestra opinión ante
la evolución de nuestro país, nuestro ayuntamiento, nuestro barrio
y en definitiva ante la vida misma. Sin ir más lejos, nuestra feria,
que acabó ayer con los fuegos pirotécnicos, y que objetivamente nos
ha parecido completa, bien dimensionada y un equipamiento mejorado
con respecto a la del año pasado. Es verdad que todo es mejorable y
que hemos echado de menos acontecimientos o convocatorias que quizá
hubieran aupado un poco más estos días festivos ante el resto de la
provincia, pero ha sido evidente que no ha podido ser. El dinero
sigue siendo determinante en todo lo que proponga el
Ayuntamiento y nuestra feria de septiembre no iba a obviar detalle
tan importante. Sea como sea, la feria de día, por ejemplo, ha sido
determinante para que hoy podamos calificar este encuentro festivo
como un éxito para la práctica totalidad de quienes decidieron
exponer su dinero en el recinto ferial. Es más, aquellos que no han
conseguido rizar el rizo es muy probable que se deba a que no
supieron plantear su negocio como debían. Resumiendo: hemos
disfrutado unos días que merecíamos y que incluso la meteorología
nos ha sido afín.
Con
respecto al resto de los acontecimientos que tienen que ver con
nosotros y que marchan paralelamente a nuestro lado, poco podemos
hacer que no sea quejarnos, que es algo muy habitual y justificado
que compartimos mayoritariamente con el resto del mundo y que siguen
siendo referencias insalvables por ahora. Es decir, que todo sigue
igual, que la impotencia abate al más optimista y que, mientras
tanto, las necesidades familiares nos admiten esperas. Y aún peor:
la facilidad con la que algunos de nuestros representantes políticos
se han enriquecido a lo largo de los años que han dedicado al
servicio público. Es el caso de Pujol, el honorable mandatario
catalán, que desde el mes de julio, cuando dio a conocer a la
opinión pública el asunto del dinero que había escondido en
Andorra más de treinta años, conocemos lo sencillo que es para
algunos llevarse el dinero público delante de sus propios
compañeros. De hecho, este político ya había sido señalado como
presunto defraudador y ladrón con el asunto de la banca catalana, y
finalmente todo quedó, luego de una magnífica maniobra política,
como un ataque a Cataluña que le permitió irse con el dinero y con
la cabeza muy alta. El malo del asunto acabó siendo Madrid, que
quería dañar la imagen de sus representantes políticos.
Lo
de los ERES y los cursos de formación en nuestra tierra, tres
cuartos de lo mismo, aunque judicialmente sigue andando y en buenas
manos, porque la jueza Alaya no ceja en su empeño de aclararlos. Lo
del caso Gürtel, detenido a la espera de que el juez Ruz acabe el
proceso de confección del sumario y que se ponga en marcha el
juicio. Luego, teniendo en cuenta los nombres que se barajan como
imputados, ya veremos en qué queda todo, porque trabajando en lo
mismo que este juez hay cientos de abogados que solo tienen un
objetivo: echar abajo los argumentos que se propongan desde el
Tribunal de Justicia. Por supuesto no falta lo de Alicante, Valencia
y Castellón, en donde nos hemos encontrado con más corruptos por
metro cuadrado que en todo el resto del país. Por todo esto y por
mucho más que nos callamos, perder la oportunidad de compartirlo con
todos ustedes es un lujo que no podemos permitirnos.