La
corrupción es uno de los males más generalizados en nuestro país.
Y que conste que no es nuevo y que viene de muy lejos, casi desde que
se creó el mundo que conocemos y con fórmulas de gobierno
parecidas a las actuales. Eso de echar mano del dinero que no es
nuestro, sin embargo, entre nosotros se ha convertido en una especie
de gimnasia compartida de la que vamos sabiendo muy poco a poco,
a cuenta gotas si exceptuamos lo del pasado lunes con la operación
Púnica desarrollada por la Guardia Civil, que acabó con la
detención de un total de cincuenta y tres personas ligadas a las
Administraciones Públicas y de las que habían obtenido dinero
ilícito. Además de lo que supone el robo como tal, además de la
mala imagen que ofrecemos al resto del mundo, además debemos tener
en cuenta el daño moral y personal que infringen a los suyos, a los
militantes y gobernantes de los partidos políticos con compañeros
implicados en la corrupción. De hecho, la idea más extendida entre
la ciudadanía es que la clase política, sin excepción, no tiene
más objetivo que medrar, trepar y robar. Por injusto, porque no es
verdad y porque dañamos a personas inocentes que su único interés
es el de echar una mano para que su ciudad o su pueblo mejore,
rechazamos sin ambages esta opinión. Reivindicamos, por tanto, la
honestidad en la mayoría de ellas y ellos y denunciamos la pillería
de una minoría que afortunadamente está siendo presentada ante la
Justicia para que sea ésta la que le condene como merecen.
Esto
por una parte, pero no debemos olvidar que los robos que hasta ahora
se han detectado representan facturas de miles de millones de euros,
es decir, que no es cosa baladí ni mucho menos. Mientras entre
nosotros, millones de personas padecen de manera injusta, se mire por
donde se mire, los recortes de un Gobierno que parece no estar
interesado en solucionar sus problemas y que no toma medidas que
palien de alguna manera los malos momentos que atraviesan. Mientras
que unos cuantos se han llevado el dinero a espuertas, y nunca mejor
usado el símil, otros se las tienen que ver con los contenedores, de
donde obtienen parte de la comida que comparten en familia. Dicho
esto, que nadie dude que entre estos ciudadanos lo de la corrupción
ha calado de forma y manera que sus opiniones ya no tienen vuelta
atrás cuando de valorar a la clase política se trata. Si ya se
sabía que lo de la crisis ha sido un gran trabajo desarrollado por
el gran capital y que ellos y ellas, como simple trabajadores, no han
sido culpables de nada, si a partir de ahora eligen partidos
radicales y formaciones con escasa representación popular, que nadie
se extrañe. Si a partir de ahora sus reclamaciones no solo son más
regulares, sino más violentas, que tampoco se rasguen las
vestiduras. Y es que cuando a la ciudadanía llega lo de la
corrupción como está llegando, deducir que han reunido demasiados
argumentos como para sentar las bases de lo que puede llegar a ser
una nueva forma de hacer política, nos parece lo mínimo que se
puede decidir una vez se ha comprobado que lo de llevarse el dinero
de los españoles parece el único objetivo de quienes entran en
política.
Llegados
a este punto, la ciudadanía necesita con urgencia que se le
explique, al tiempo que se le calma con información clara y
transparente, la situación real de nuestro país, de cómo los
gobernantes controlarán la sangría que supone el robo continuado
que protagonizan sus propios compañeros y de si cambiará las leyes
en vigor que los condena. Y es que mientras que el Código Penal no
incorpore penas ejemplares, mientras los habituales a meter la mano
en donde no deben sepan que, como mucho, un par de años en la trena
para luego salir con el dinero robado dispuesto a disfrutarlo, todo
seguirá igual si no peor. Eso y que no se permita que estos
individuos permanezcan al socaire de su partido, cobrando sus
extraordinarios sueldos y usando las prebendas propias de sus cargos
hasta que no sea vista su causa en el juzgado que le sea asignado.
Finalmente y sin causa que lo permita, que devuelvan la totalidad del
dinero robado. ¡Ah! e inhabilitarlos de por vida.