martes, 7 de octubre de 2014

EL PARO VUELVE A CASA

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Como era de esperar, los trabajadores que encontraron empleo a lo largo de este verano han sido despedidos por sus respectivos jefes. Todo el mundo lo sabía y pocos lo quisieron reconocer, pero si cuando otros gobiernos dirigían el país y desde los sillones de la oposición se les decía que se trataba de trabajo estacional y que, cuando llegara de nuevo el otoño, el problema renacería como jaramago campestre, creerse que esta vez sería para toda la vida, además de una ilusión más falsa que la moneda que no conoce padre ni padre, ni siquiera les sirvió para aliviar la mala imagen ya adquirida luego de haber tomado decisiones desconocidas en contra del mundo laboral. Consecuentemente, el paro vuelve a casa, de donde salió un buen día convencido de que esta vez sí, de que ahora iba la vencida y que conseguiría desarrollar sus conocimientos en donde fuera necesario. Así, hemos comprobado que nunca como estos años hemos encontrado más licenciado universitario con la bandeja de camarero en la mano atendiendo mesas y barras, y dándole caña al barril de cerveza.

En nuestro caso, el aumento ha sido considerable y actualmente estamos casi en los siete mil ochocientos parados, lo que viene a ser como una ruina muy grande y un problema cada vez mayor para el que, como comprobado está, no han sido capaces de generar soluciones que no vayan más allá de empleos conocidos como basura porque no se ha encontrado mejor definición para una dedicación que puede variar entre una hora diaria, o semanal, o tres alternas o solo los fines de semana. Con estas perspectivas, lo de lo coges o lo dejas, o esto es lo que hay, se ha acabado imponiendo y, dicho por los que ocupan estos precarios empleos, algo es algo y menos da una piedra. Eso sí, dicho y hecho: los voces de los que mandan insisten en que han creado no saben cuántos miles de puestos de trabajo y que seguirán en esta línea, que no sabemos bien si de lo que se trata es de seguir destruyendo empleo para implantar esta fórmula tipo americano que hasta ahora servía para que algunos jóvenes se sacaran un dinerillo para sus caprichos con el que ir tirando mientras estudiaban y que ahora es lo mejor que encuentra el padre de familia al que no le falta la hipoteca.


Aunque no queramos caer en el desasosiego y menos en la desesperación pública, la realidad es que lo del trabajo se ha complicado de tal forma que la cosa en realidad va a peor, que cada día nos enteramos de que alguna empresa echa el cierre y que pone en la calle a no sabemos cuántos empleados directos y otros tantos indirectos. Los únicos que suben en sus atribuciones y obligaciones son las ONGS, que se enfrentan diariamente con el cargo y obligación de dar de comer a miles de personas y que cada vez les cuesta mayor esfuerzo. Y gracias a que la solidaridad no disminuye y que por el momento cubren casi todas las necesidades que se les presentan, porque de otra forma no habría salida para los más necesitados, que, como decíamos hace unos días, han aumentado de manera preocupante. Sin ir más lejos, recuerden que solo Cáritas española atendió el año pasado a más de dos millones y medio de personas, y no solo en el apartado de comida, porque abonar las facturas domésticas más habituales, como es el caso de la luz, el agua y la basura, representan un capítulo económico muy importante.


Por todo esto y porque la situación va a peor, o al menos esa es nuestra perspectiva, todo lo que sea solidarizarse con los más necesitados es lo menos que podemos y debemos hacer. El apartado de buscar plataformas de empleo, generar ocasiones para desempleados y el resto de parafernalia que suelen utilizar con absoluta normalidad nuestros políticos, se lo dejamos a ellos, por lo menos para que justifiquen su entrega.