Uno
de nuestros monumentos más emblemáticos es sin duda el puente
romano o viejo, porque lo de romano es cuestionado por los
historiadores y no seremos nosotros los que finalmente decidamos su
fecha de construcción. Bien, pero como lo que nos interesa es su
estado, diremos que está en las últimas. Tanto lo que se ve en la
superficie como por debajo, o sea, lo que queda fuera de la vista de
quien lo observa desde arriba, es ruinoso, vamos que se cae a
pedazos. Sus laterales, incluidos los miradores, se caen
irremisiblemente; la existencia de grandes agujeros en toda su
longitud permiten el paso de la luz y la continuada caída de sus
viejas piedras a la calzada. El aspecto es de peligroso deterioro,
porque recordemos que está en uso, que no tiene limitaciones de
ningún tipo en cuanto al paso de vehículos y que éstos se cruzan
continuamente con las personas que van y vienen, que son cientos.
En
cuanto a lo que hasta ahora se ha hecho por él por parte de la
municipalidad más reciente, es evidente que nada. Los parches no
vienen al caso, y como tenemos especial predilección por llamar a
las cosas por su nombre, repetimos que se ha actuado muy poco. De
hecho, recordemos que lo último fue la mejora de su entorno y las
columnas de iluminación que se colocaron a ambos lados del
monumento, que por cierto no fueron bien aceptadas, a cambio de la
retirada de los faroles que lo recorrían y que ofrecían un
extraordinario espectáculo estético a quienes lo observaban. Dicho
esto, por cierto, bueno será que denunciemos e informemos a los
responsables, a falta de que se nos diga si están o no en uso, es
decir, de si llevan o no corriente eléctrica, que a mano de menores
y mayores nos encontramos los conectores de esos antiguos faroles a
los que nos referimos, pero no que se pueda acceder fácilmente al
hueco que los cobija, no: que los cables sobresalen peligrosamente.
En
cuanto a lo que no se ve, que puede observarse ahora que el agua no
discurre por sus ojos, sencillamente lamentable, o al menos esa es la
impresión que ofrece su estado a quien como nosotros somos
desconocedores de la arquitectura y la estabilidad del monumento,
pero los grandes huecos existentes entre las piedras de los arcos que
lo sustentan y la podredumbre del conjunto les podemos asegurar que
confianza no es precisamente lo que transmiten. Por la información
que hemos recibido, tiene la misma enfermedad que el viejo puente de
Córdoba, el de la Calahorra, frente a la mezquita, que finalmente
fue cerrado al tráfico rodado en cuanto se detectó un nivel de
peligrosidad que no creemos que el nuestro esté mejor. En nuestro
caso, porque las desgracias no vienen solas, no disponemos de un
ministro en ejercicio que se enamorara de una cordobesa y que, como
regalo de bodas a la ciudad, dejara para la posteridad otro a
estrenar, feo como él solo, sí, pero un puente al fin y al cabo que
por el momento alivia el ir y venir del tráfico rodado de la vecina
ciudad.
Sabemos
que la Junta de Andalucía lo tiene en su agenda de actuación y que,
por lo tanto, cualquier año de estos nos darán la alegría de que
será intervenido para su recuperación, pero ¿cuándo será eso?
¿Será verdad o se tratará de una información interesada?
Evidentemente, nos toca confiar si no queremos perder la paciencia,
que recuerden es la mejor medicina que conocemos para que no nos suba
la tensión arterial.