La
mayoría de las quejas que nos llegan procedentes de los ciudadanos
están en relación directa con sus problemas, bien sean del barrio o
la calle en donde se desenvuelven o bien sobre casos concretos
relacionados con todo tipo de situaciones, desde las carencias que
aseguran tienen para desarrollar la práctica deportiva hasta el
cementerio, pasando por los equipamientos que entienden
imprescindibles para un mejor ir y venir por la ciudad. Y todos son
válidos y todos deberían ser tenidos en cuenta, que no siempre
ocurre sencillamente porque no se cumplen los compromisos contraídos
entre las partes, es decir, Ayuntamiento y vecinos. Falta de
iluminación en las calles, ruidos excesivos por insoportables,
conductores que están perfectamente identificados y que siguen
tomando con sus vehículos zonas de la ciudad por las que pasar,
andando o conduciendo, supone un riesgo añadido, falta de interés
de la policía local incluso cuando el ciudadano presenta la denuncia
correspondiente y, por encima de todo, demasiado interés político
por el centro de la ciudad, que no tendría mayor importancia, nos
dicen, si no fuera porque representa un importante agravio
comparativo con respecto a otras zonas.
Así
están las cosas y sobre ellas trabajamos, no tanto porque tengamos
la facultad de acabar con el supuesto maltrato como porque nuestra
labor de informar hasta ahora nos ha servido para hacer llegar la
demanda a donde corresponde de forma directa, sin intermediarios y
sin necesidad de que la burocracia administrativa intervenga. De
hecho, una vez leídos los mil y un tratados existentes sobre
política municipal, especialmente la relación que deben tener los
representantes municipales con la vecindad, comprobamos que las
ciudades que han tenido en cuenta la opinión vecinal acaban siendo
más transversales, más accesibles, más seguras y más cómodas de
pasear. Cuando la autoridad competente se convierte en enemigo
directo de determinadas barriadas y sus moradores, sencillamente
porque no atiende sus demandas, que tampoco crean ustedes que se
trata de obligarles a realizar inversiones millonarias, el conflicto
comienza su cuenta atrás anunciando que pasará mucho tiempo antes
de ser atendido por quien corresponda, y no siempre con justificación
asumible de por medio. Más bien se trata de un tema personal que a
veces responde a nimiedades sin mayor trascendencia, pero que
mantienen sometidos a cientos de vecinos por el empecinamiento de
unos o de otros.
Y
todo por qué, por qué se inquieta la vecindad y exige ahora más
que nunca, sencillo: porque las elecciones municipales están al
caer, y si en la clase política detectamos algo más que nerviosismo
entre los líderes de los diferentes partidos, los ciudadanos
son conscientes de que son los mejores tiempos para pedir, y en eso
están, en reclamar no solo lo que es suyo, que es legítimo, sino
acabar con la distribución actual del dinero de todos para la mejora
de la ciudad, que evidentemente no es la mejor ni la más adecuada.
Por todo esto decíamos nosotros hace unas semanas que en estas
elecciones los partidos deben pedir el voto con algo más de esfuerzo
e imaginación, porque se ha acabado lo de prometer incluso por
escrito para luego abandonar el proyecto por el que fue apoyado el
candidato por parte de los vecinos de tal o cual barrio. Entonces, en
su día, les prometieron y juraron que vendría dinero en cantidad
suficiente para equiparlo y luego, pasada la euforia electoral y
colocado cada uno en su sitio, si te he visto no me acuerdo. Así ha
sido siempre, por lo que tampoco debemos rasgarnos las vestiduras; si
acaso, ser un poco más cautos, que tampoco nos vendría mal.