jueves, 16 de octubre de 2014

MÁS SOBRE LAS TARJETAS NEGRAS DE BANKIA

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Desde la llegada de Miguel Blesa a la presidencia de Caja Madrid, sus verdaderas intenciones no admitían duda. Por encima de cualquier otra necesidad, prosperar económicamente era su objetivo. Así, lo de subirse el sueldo dieciocho veces más del que tenía el presidente al que sustituyó. Pronto también activó políticas de cercanía con el consejo de administración de la entidad y para ello se le ocurrieron las tarjetas negras, de las que hemos tenido noticias, les recordamos, gracias al periodismo de investigación que ha trabajado en el abuso, porque de otra forma hubiera sido muy difícil destripar el tinglado que se había montado desde dentro de la caja. A partir de este instante, cuando lo de la tarjeta se hizo fácil, los poseedores de ésta, en número de ochenta y dos, no tardaron en gastar y gastar casi sin control y con justificaciones muy alejadas de la supuesta intención que tenían, que no era otra que la de dedicarla exclusivamente a gastos de representación.

Como era de esperar, el desglose de las tarjetas en cuestión está suponiendo un escándalo de proporciones impensables cuando conocimos la noticia, por desorbitadas las cantidades consumidas, y, ahora, por los detalles de las inversiones realizadas por sus poseedores. Desde supermercados a farmacias o discotecas hasta viajes y hoteles en clase “bussines”. Por supuesto no faltan los gastos en alcohol, joyas, casas de citas y dinero en efectivo, que aprovecharon exclusivamente los afectados por la denuncia que poseían el pin de su tarjeta. En definitiva, un verdadero robo a cara descubierta que, además, evitaban el control de la Agencia Tributaria, o sea, que como no declaraban estos gastos en sus respectivas declaraciones de la renta, evitaban restar de sus ingresos el dinero en negro que les proporcionaba Caja Madrid. Si ahora entendemos en la calle que estos consejeros estaban en sintonía con presidencia para aprobar las cuentas que les presentaban y que no hacían preguntas de ningún tipo, suponemos que nadie nos tachará de exagerados. Las tarjetas que les proporcionaban dinero negro en cantidades prácticamente ilimitadas fueron durante todo el tiempo que estuvieron activas un salvoconducto para el señor Blesa, que hizo y deshizo lo que le vino en gana y que, finalmente, dejó la entidad en la ruina. Cuando lo sustituyó el señor Rato, que también tiene mucho que ver en esta ruina, y que era poseedor de una de esas tarjetas, no hizo más que ahondar el agujero abierto.

Pero quizá lo que más duela es que Blesa fue el creador de las acciones preferentes, luego mantenidas por Rato, y que han supuesto la ruina de miles de ingenuos clientes, que accedieron a entregarles el dinero en todos los casos de forma fraudulenta confiados en los empleados de la firma con los que llevaban trabajando prácticamente desde siempre. Así, mientras acaparaba el dinero de estos clientes, a los que engañaba de la forma más ruin, gastaba sin control el dinero negro que le permitía disfrutar de lo que nunca mereció y que fue comprando amistades sin controlar su costo. El final de la historia la conocemos más que de sobra: miles de millones de euros del Erario Público, o sea, nuestro, para reflotar lo que ahora se conoce como Bankia, porque de otra forma hubiera supuesto una quiebra económica de proporciones mucho mayores y millones de impositores hubieran perdido su dinero.


¿Y qué queda de todo este despropósito? ¿Alguno de estos caraduras está en prisión? Al contrario; el primero, el linarense, como no necesita trabajar porque ha acumulado dinero más que de sobra que tendrá que justificar, disfrutando de total libertad. Ahora ha sido imputado, junto con Rato, por las tarjetas negras, pero no nos hacemos ilusiones. Este último, que salió de la caja por la puerta trasera, no tardó en recibir una oferta de trabajo de Telefónica por la que cobra más de doscientos mil euros anuales. Si decimos que esperamos todo de la Justicia, quizá nos quedemos cortos, pero tendremos tiempo para ir recorriendo el camino junto a estos sibilinos ladrones y lo iremos compartiendo con ustedes.